Azaña

Azaña, según la terminología de los mocitos pedantes e iletrados que hoy nos afligen, era un facha

Ochenta años de la muerte de Manuel Azaña. Como en otros exiliados, la de Azaña fue una muerte amarga, hostigado por el adversario y acuciado por el infortunio. Cuenta Pla, en su maravilloso El advenimiento de la República, cómo Azaña se montó en un taxi con Miguel Maura, hombre de natural impaciente, y se fueron Alcalá abajo a tomar posesión del gobierno de la República. Mientras ocurría esto, Romanones y Alcalá-Zamora negociaban la salida de la Familia Real en casa del doctor Marañón. El caso es que Azaña pensaba que los iban a ametrallar en la Puerta del Sol, ante el Ministerio de Gobernación, nada más bajar del taxi. De modo que Azaña, con lividez extrema, iba diciéndole a su acompañante: "Pero Maura...". A lo que don Miguel respondía: "Si nos ametrallan, nos ametrallan...". Y así fue como llegó la II República.

De Azaña, hombre de Ateneo, recuerda uno su escritura demorada, a ratos tediosa, siempre culta, de El jardín de los frailes. También algún ensayo donde refuta el pesimismo del 98 y el trémulo Idearium de Ganivet, emprendiendo una inesperada defensa de los Comuneros. De mayor interés quizá sean las numerosas páginas que Azaña dedicó a la figura de Valera. Y no sólo en cuanto a su distinguida efigie literaria, cosmopolita y "pánfilo", como se intitulaba él mismo, sino en tanto que conspicuo muñidor de la Unión Liberal del año 54. Pasado el tiempo, Bécquer sería uno de los adversarios periodísticos de don Juan, cuando el periodismo era, en mucho mayor modo que hoy, un periodismo banderizo. Aun así, no son los aciertos y los errores políticos de Azaña los que querría mencionar aquí, sino cierta pesadumbre de fondo, que hoy se repite, y que acaso nadie quiera recordar en este aniversario. Cuando firme su Velada en Benicarló en Barcelona, abril del 37, Azaña lo hará alertado por la deslealtad y los crímenes del nacionalismo catalán, cuya fusilería el presidente oye por las noches. Algo más de un año después, desde el Ayuntamiento de Barcelona, pronunciará su célebre mensaje de los combatientes caídos a las generaciones futuras, o sea a nosotros: "abrigados en la tierra materna ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón".

Es decir, que Azaña, según la terminología de los mocitos pedantes e iletrados que hoy nos afligen, era un facha. Un facha equivocado, valga la redundancia.

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