Quiero que te imagines la escena, que la sueñes como aquel día en que soñaste que llovían puntillitas fritas por la Alameda y no llevabas paraguas.

Imagina que vas al Puerto de Santa María o a Rota en barco, en el catamarán. Es algo hermoso, sobre todo si el mar está tranquilote y el sol ha decidido ponerle alegría a la Bahía. Pues imagínate cruzando el muelle, mirando a los trasatlánticos, saludando al guachisnai que está en el camarote 723 del Costa Mediterránea con pantalones de esos pa echarlos, con más colores que un traje de gitana de Agata Ruiz de la Prada.

Imagínate mirando a estribor, a babor, palante, con El Puerto de frente, patrás, con las torres de la Catedral diciéndote adió. Imagínate mirando a una rubia que está en el tercer banco y que te tiene más embobao que un cuarto y octavo de langostinos de Sanlúcar.

Paréntesis políticamente correcto. (La a de rubia puede sustituirse por o de rubio en función de los gustos en lo que es vamonó del lector o la lectora. Eso sí los langostinos no pueden sustituirse por tofu, sea cual sea la circunstancia)

Pues imagínate todo esto… pero comiendo churros. No lo escribió Alberti, pero no me digas que no quedaría bien una poesía que dijera "viendo los barcos pasar, mientras cuarto y octavo de churritos te vas a jamar".

Lo que estoy hablando no es churro ficción. La noticia es que el bar El Catamarán situado junto al sitio donde paran los barcos que hacen el servicio entre Cádiz, Rota y El Puerto de Santa María ha abierto una pequeña churrería al pie del cantil. En ella, y de mañana, se pueden comprar churritos y, o comérselos a pie de agua, en la terraza que tienen en el bar, o montarse al barco a continuación con los churritos puestos. Para mí ha sido una de las noticias del año y estoy por pedir a la Autoridad Portuaria, ahora que está de moda lo de cambiar nombres a sitios de Cádiz, que le pongan al cantil "muelle del churro" en honor a tan gran iniciativa.

Creo que incluso la Armada Española ya ha solicitado al Alto Estado Mayor que cuando llegue el buque inmortal a la trimilenaria en vez de con salvas de honor sea recibido con una rueda de honor, bien fritita, que así le gustan al capitán.

Es el propio Alfonso García, el gerente del bar El Catamarán, el que cada mañana a las ocho se mete a churrero y se pone al frente, como los grandes capitanes de buques, sólo que el en vez de darle al timón le da al perol.

Qué bonitos son los días en que a uno se le hacen sus sueños infantiles realidad. Muchas veces había soñado de niño en comer churros "embarcao". Cómo iba yo a imaginar que un día Cádiz me daría la oportunidad de hacerme a la mar no con dos remos, sino con un cuarto y octavo de churros en un papelón. Estas son las noticias que necesita la ciudad. Ahora los agentes turísticos ya tienen que vender esta experiencia "churring day".

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