Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Ataque de rectitud

LOS dos grandes partidos sufren un peculiar ataque de rectitud. Practican una saludable tolerancia cero con las irregularidades de su rival y una permisiva manga ancha para las propias. Cospedal dice que con un solo ERE irregular debería haber dimitido Griñán como presidente de la Junta. Zarrías sostiene que al PP lo corroe la corrupción. Lo de Cospedal no se sabe si es un ejercicio de cinismo o de inocencia. El presidente de Valencia está imputado por corrupción, pero en su partido le perdonan cualquier desliz, total por tres trajes no se habría vendido a la banda de don Vito Correa y El Bigotes.

El problema es que la trama corrupta hizo negocios por miles de millones de pesetas con la Generalitat valenciana y aunque no hubiese ningún delito penal, su responsabilidad política debería haber llevado a Camps a renunciar al cargo. Por decirlo con palabras de Cospedal, con un solo traje debería haber dimitido. Pero es que no son tres trajes. Según el auto de la Fiscalía, entre Camps y tres de sus íntimos colaboradores recibieron 39 trajes, once americanas, diez pares de zapatos, ocho corbatas, siete pantalones y dos abrigos. Ya tendrían que estar requetedimitidos. En Palma de Mallorca el PP ha montado ayer un circo: el amiguito del alma de El Bigotes ha firmado un manifiesto contra la corrupción.

En el otro lado, mientras Zarrías afirma que el PP no puede dar lecciones, Manuel Chaves declara sin apuro que las irregularidades de los ERE en la Junta de Andalucía es sólo cosa de cuatro o cinco socialistas, que serán expulsados. Pasamos de los tres trajes a los cuatro granujas, poca cosa. Pero son cinco los imputados del caso Mercasevilla que eran militantes o dirigentes del PSOE, son varios los intrusos en los ERE con el carné socialista, y más de cien mil millones, las pesetas gestionadas de manera arbitraria. No es posible que la responsabilidad política de este descontrol se quede en el simple rango de director general.

Una perpleja opinión pública necesita un aumento sustancial de la rectitud interna en los dos partidos fundamentales de la democracia española. Pero no llega.

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