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Ejercicio de memoria En torno al "Salón de los Rechazados"

Manuel Caballero

Arte-Madrid o los disidentes

La exclusión por parte del comité organizador de ARCO de algunas galerías fue el germen, hace tres años, de la creación del encuentro paralelo en la Casa de Campo

Hacer memoria, incluso de lo cercano (que es lo que con más facilidad se olvida), es un saludable ejercicio: Recordemos, entonces, que en 1992 surgió FLECHA (Feria de liberación de espacios comerciales hacia el arte). Invento de José Luis Aguirre Gil de Biedma (músico en la madrileña década de los 80, pintor, grabador y ensayista), tuvo su primera edición en un centro comercial de la calle de Arturo Soria, en Madrid, coincidiendo con las fechas de la edición del ARCO de aquel año.

ARCO ya era entonces una cita multitudinaria, que en cierta manera ejercía un control sobre todo lo visible y lo invisible en el arte: una forma, podríamos decir, de marcar la oficialidad estética, contra la que, también en cierto modo, nace FLECHA, con la intención no sólo de proponer un acontecimiento artístico fuera de un circuito convencional, sino señalando al mismo tiempo que existía "otro arte", además y fuera de ARCO. Algo realmente, también, muy saludable.

Este mismo carácter disidente o reivindicativo, además de otras circunstancias, son las que animaron, hace tres años el nacimiento de "Art-Madrid. Salón de Arte Moderno y Contemporáneo". Y esas "otras circunstancias" no fueron sino la exclusión, por parte del Comité Organizador de ARCO, de algunas galerías, la mayor parte de ellas con prestigio y trayectoria notables, de su participación en la feria. De tal manera que esta especie de "Salón de los Rechazados" (recordemos aquí la trascendencia que tuvo aquel "Salón des Refusés" creado por Napoleón III en 1863, y esa especie de "valor añadido" que le otorga a una obra o artista ser rechazado por los fautores del gusto oficialý) se cita, también en febrero, en el Pabellón de Cristal de la madrileña Casa de Campo, que, como nadie ignora y todos recordamos, fuera sede de aquellos ARCO a los que había que acudir sin vacilación ni excusa.

Poco a poco, al primer grupo de galerías y artistas "no admitidos" se han ido uniendo otras y otros hasta llegar a las ochenta participantes en esta ocasión, que en gran medida han optado por ofrecer obras de autores ya "históricos" como Clavé, Feito, Redondela, Ráfols-Casamada, Warhol, Tapies, Saura, Lagar, Canogar, Arroyo, Chillida, Grau Sala, Equipo Crónica, Esteban Vicente, Granell, Bores, Braque, Torner, Lucio Muñoz, Mel Ramos, Brinkmann o Gordillo, entre otros muchos.

Junto a ellos también es significativa la presencia de otros artistas más cercanos en el tiempo. Así, Carmen Bustamante estuvo representada por la bilbaína Galería Xanon, mientras que la Galería Sen, a cuyo frente sigue infatigable Eugenia Niño, ha colgado obras de Costus, y Pérez Villalta se mostraba en la Galería Clave.

Por lo anotado hasta aquí, puede, más o menos colegirse cuál sea, si lo hubiere, el carácter diferenciador de este Salón de Arte, que, en principio puede decantarse por una mayor atención a la pintura, sin que escultura o fotografía queden marcadamente excluidas. Así, la madrileña Galería Alexandra Irigoyen colgaba un excelente conjunto de fotografías sobre aluminio de Alberto Schommer, y Rita Castellote ofrecía su espacio a la impresiones digitales del pintor Roberto González Fernández y al Apostolario del fotógrafo David Trullo.

Pero si hubiera que singularizar el valor de la más clara disidencia respecto al gusto oficial tendríamos, sin duda, que acudir a la Galería valenciana Val i 30. Fundada en 1966, sus primeros años los dedicó a difundir las vanguardias de El Paso o Dau al Set, centrando más ahora su interés en una figuración tan exigente, que bien mirada en sus aspectos formales podría constituir, dicho sin ambages, el capítulo que faltaba en la pintura Neoclásica española. Así hay que apreciar las pinturas-pinturas de los jóvenes componentes del Círculo Pompeyano: Antonio Gadea, Jesús Herrera, Salvador Conesa y Manuel Páez. Pinturas "académicas" en concepto y forma, cuya más acuciante intención parece ser la de diferenciarse de la mas absoluta manera de todo "lo oficial", y en las que podemos constatar una paradoja curiosa: los descendientes in pectore de aquellos rechazados de 1863, germen de la modernidad -los que hoy controlan ARCO- convertidos ahora en nueva academia, rechazan, ahora, a su vez a los descendientes in nuce, de los académicos que los pusieron, o intentaron ponerlos fuera de la historia. Los rechazados terminan por volverse rechazadores. De esta manera todo cambia y nada permanece.

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