Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

¡Arriba valientes!

Ser valiente en un pregón de Semana Santa sería decir: vamos todos a copiar sin rubor a Sevilla

El gran periodista Enric González dice que el periodismo deportivo (perdón por el oxímoron) es masturbatorio. Es decir, la información deportiva tiene como objetivo agasajar a la audiencia, decir a los madridistas lo maravilloso que es el Madrid, sus jugadores, su club y sus ¿valores?, lo mismo al Barça y así sucesivamente. No busca informar sino satisfacer el fanatismo de los aficionados, eso que se ha dado en llamar periodismo de bufanda. Podríamos establecer un paralelismo con los pregones de Semana Santa. El pregón es a la Semana Santa lo que la información deportiva al fútbol. Tiene el mismo carácter masturbatorio. El pregonero tiene como fin agradar a los cofrades de las 29 hermandades , a los seguidores de los 52 pasos que procesionan en Cádiz. De todos hay que decir un elogio: lo maravillosas que son las flores, la talla, la banda de música, los acólitos, los penitentes , la canastilla o el paso de la hermandad por no sé qué esquina. Si no se cumple ese rito masturbatorio el pregón está mal visto por el mundo capillil. A veces leo que se le llama a un pregón "valiente" y no sé muy bien a qué se refiere. Valiente sería si el pregonero les dice a los capillitas que son unos afectados, o que mejor dedicar el dinero de las hermandades a Cáritas antes que a flores, bandas de música, túnicas o exornos. Por decir algo aunque en el fondo a mí me da igual: cada uno que haga con su dinero y con su tiempo lo que le parezca oportuno siempre y cuando no tenga secuestradas las calles de la ciudad, que son de todos. Otro ejemplo: sería valiente si el pregonero dijese "está muy bien esforzarse en que las procesiones salgan fastuosas durante la Semana Santa pero por favor, no andéis sacando los pasos todas las semanas". Por decir otra cosa. Eso sería valiente. No es valiente escribir en verso excelsos elogios llenos de un vacuo lirismo, impostar la voz, hacer pausas dramáticas, contar cuando el padre del pregonero le llevaba a ver no sé que procesión en la esquina tal o cual. No es valiente elevar el tono para arrancar un aplauso en un teatro a oscuras sobre un escenario en negro. Eso es repetir el canon que en su día forjó no sé si Montero Galvache o quien fuera. Valiente sería decir: vamos todos a copiar sin rubor a Sevilla. No lo es alabar a la Vera Cruz y a la vez a La Palma o al Despojado. Pero el colmo de la valentía sería reproducir el mensaje maravilloso de aquel autobús: "Probablemente dios no exista. Disfruta de la vida".

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