Aristóteles en Cataluña

Lo grave de los rumores sobre las cesiones no es su veracidad, sino su verosimilitud

Hay viralidades que requieren una revisión aristotélica. Este rumor (que algunos aseguran conocer de muy buena tinta) de que el PP y el PSOE quieren ofrecer a Puigdemont, en su propuesta de reforma de la Constitución, el oro y el moro: el reconocimiento de la nación catalana, un cupo vasco, las pensiones blindadas, la hacienda propia y las embajadas. Está circulando como la pólvora, y lo es.

Enseguida, han aparecido los bomberos y he leído con estos ojos que se va a comer la tierra airadas negativas de Rafael Hernando, de Javier Arenas y de Javier Maroto. Yo les creo (incluso a Arenas) que eso, así, no ocurrirá, pero ¿me permitirían dos o tres consideraciones?

La primera es para ellos. Aristóteles advertía que la verdad de algo importa para la realidad, mientras que la clave de la ficción es la verosimilitud. ¿Se han preguntado los tres mosqueteros, Maroto, Arenas y Hernando, por qué tanta gente da tanto crédito a esa ficción? En amplios sectores de la sociedad hay una base de sospecha y miedo, abonada por años de mentiras, pactos bajo cuerda e incumplimientos programáticos flagrantes. Podemos creernos cualquier villanía. Y tanta credibilidad nos dice, sobre todo, que todavía no ha sucedido nada (ni detención de los cabecillas del golpe ni contundencia con los delitos ya cometidos ni cerrar vías de negociación) que permita considerar la conjura un disparate. Las continuas súplicas a Puigdemont para que vuelva a la legalidad abonan (con todas las connotaciones del abono) una sospecha de enjuague.

La segunda consideración es para nosotros. Si saltan frente a esta acusación, ¿no sospechamos, por efecto rebote, que las otras (la negociación bajo cuerda, la desgana de aplicar la ley, el indulto preventivo a Puigdemont) no son tan negables? El que calla otorga, sobre todo cuando ante una cosa no calla y, ante todas las demás, sí, como muertos.

La última consideración es para preocuparnos. El reconocimiento de la nación catalana y el blindaje del chollo fiscal parecen concesiones inasumibles. Muy bien: lo son. Pero ese listado pone negro sobre blanco lo que los independentistas consideran reivindicaciones imprescindibles. Se habla de diálogo y suena bien, pero cuando se ven una a una las cuestiones sobre las que dialogar, se ve mal. Quizá lo más escandaloso de este rumor no sea su dudosa veracidad ni su inquietante verosimilitud, sino que deja a las claras lo se juega.

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