Rueda el balón en Rusia y el mundo se para. España se para un poquito más que el mundo, porque a futboleros y noveleros a la vez nos ganan pocos, y por eso se aplicó antes de que comenzara el Mundial para hacer la tarea: destituir al ministro de Cultura, sustituir al seleccionador nacional y darle al yernísimo la notificación para que sepa que verá los partidos sin pasar calor, a la sombra. Esto es un país previsor, que hace los deberes con tiempo. Un país en el que, además, es deporte nacional apuntarse los tantos que marcan otros. Pasa en las cosas más sencillas y en la mal llamada alta política, donde el líder del partido naranja, una naranja por cierto poco mecánica en los terrenos parlamentarios, aprovecha cualquier logro de un tercero para atribuírselo con rapidez. Pero más importante que quien marca el gol es, muchas veces, el jugador que elabora la jugada y da el pase. Lo que ahora llaman asistencia.

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