Urgente Afligidos suspende su salida este Jueves Santo en Cádiz

Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

HOY hace diez años que un comando de la banda terrorista ETA asesinó en Sevilla a un joven matrimonio cuando regresaba a su domicilio en las primeras horas de la madrugada. A Alberto Jiménez-Becerril, teniente de alcalde del Ayuntamiento sevillano en representación del Partido Popular, y Ascensión García Ortiz, procuradora de los tribunales, los mataron a pocos metros del portal de su casa, donde sus tres hijos dormían confiados. El cruel asesinato respondía a la estrategia decretada por los terroristas de "socialización del sufrimiento", extendiendo sus designios criminales a los cargos públicos de los partidos democráticos elegidos por los ciudadanos, estrategia que se cobraría en Andalucía nuevas víctimas, como el fiscal Luis Portero, el concejal Martín Carpena y el doctor Muñoz Cariñanos, entre otros. El crimen conmocionó a la sociedad andaluza y produjo un amplísimo movimiento de solidaridad con las familias y de unidad entre las distintas fuerzas políticas, aparte de mostrar en toda su crudeza la vileza y la barbarie de la organización criminal que se disfraza de liberadora del pueblo vasco. Los diez años transcurridos desde aquel atentado no han pasado en vano: hoy sabemos que el terrorismo ha sido derrotado desde el punto de vista político e histórico y se encamina a su liquidación desde el punto de vista orgánico y operativo. La democracia ha demostrado ser más fuerte, aparte de infinitamente superior en el orden moral, que sus enemigos violentos. Siempre que las fuerzas políticas más representativas han ido de la mano en la lucha antiterrorista, esto ha sido evidente, y sólo cuando se han producido dudas, confrontaciones y crispación sobre el terrorismo se ha podido dar la impresión de que la victoria se alejaba. Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García, como tantos otros inocentes, no podrán ver el final de ETA. Sus hijos, sí, y ésa es la deuda que la sociedad española ha contraído con sus padres. Y con todas las víctimas.

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