La Andalucía de Manuel Clavero

Gran parte del mérito de aquella actitud reivindicativa hay que dárselo al profesor don Manuel Clavero Arévalo

Hace ya unos años, le leí al influyente analista político catalán Enric Juliana algo así como, cito de memoria, que el verdadero hecho diferencial español no era el catalán, ni siquiera el vasco, sino Andalucía. Se refería el periodista de La Vanguardia a la firme posición mantenida por nuestra región durante el sinuoso periodo de conformación del estado de las autonomías y que definitivamente dejó marcado el camino con su rechazo a esa España de dos velocidades patrocinada por las élites políticas y económicas de Madrid para arriba.

Gran parte del mérito de aquella actitud reivindicativa y autonomista en el sentido más administrativo del término (nadie como Andalucía peleó su acceso al autogobierno con tantos elementos en contra) hay que dárselo al profesor don Manuel Clavero Arévalo, quien siendo ministro de la UCD no cedió ante las presiones de los más poderosos y dimitió, jugándose su carrera política, para abanderar junto a otros la consecución de la autonomía casi al mismo nivel que las (mal) llamadas regiones históricas. Igualito que ahora. Como suele pasar en esta tierra generalmente desagradecida con sus hijos más preclaros, la carrera política del profesor Clavero efectivamente encalló, sin que ni por un lado ni por otro todos los que le había prometido colaboración realmente se la prestaran. Ni llegó a tener el prometido apoyo social y financiero de la burguesía acomodada para echar a andar su partido non-nato Unidad Andaluza, ni la izquierda jacobina neo-conversa de ese nuevo y pujante andalucismo de salón lo consideró nunca como uno de los suyos. Clavero quedó así discretamente instalado en la ribera de la política, representando como nadie la dignidad de ese andalucismo primario e interclasista, de raíz más económica que propiamente identitaria, que de vez en cuando se asomaba a nuestro periódico para dar su opinión clarividente y razonada sobre los asuntos de actualidad.

Ha querido el destino que su muerte coincida en el tiempo con estos últimos movimientos políticos que anuncian nuevas prebendas para el norte que garanticen la gobernabilidad sin que, desde el sur, se atisbe una respuesta contundente ante las nuevas desigualdades que se avecinan. Quizá sea porque, en realidad, aquella Andalucia de Clavero no existe más que en los discursos retóricos de cada 28 de febrero, y con él se haya ido su último referente.

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