Pedro Sánchez ha cometido un gran error con la aprobación de la autodenominada Ley de Memoria Democrática gracias al apoyo de Bildu, el partido heredero de aquellos que más hicieron por volar las libertades de los españoles durante décadas. Sánchez todavía no es consciente de su equivocación, porque tiene un amplio plantel de masajistas que se encargan de que no sea consciente de la realidad. Cosas del poder. Pero el español tipo, el miembro de esa "clase media trabajadora" que él dice defender, siente verdadera repulsión hacia los tonteos indisimulados del PSOE con Bildu, más en una ley que tiene la desfachatez de llamarse "memoria democrática" cuando no ha sido capaz de contar siquiera con el apoyo del principal partido de la oposición, el que lidera el muy moderado Núñez Feijóo.

Al fin y al cabo, la mayoría de las víctimas de la banda terrorista vasca eran miembros de la "clase media trabajadora". ¿O cree Sánchez que guardias civiles, policías, militares y concejales de pueblo -el grueso de los muertos- se bañaban en oro como el Tío Gilito? La mayoría de los ciudadanos, aquellos cuyas mentes no están colonizadas por las consignas del sanchismo, no pueden ver más que con repugnancia un pacto que vuelve a blanquear a la izquierda abertzale, los grandes cómplices, cuando no responsables directos, de la muerte, mutilación, orfandad y viudedad de miles de españolitos de a pie. Como decíamos, Sánchez pagará este error, por mucho que ahora esté en la nube de la OTAN y el populismo fiscal.

Mención aparte merece la viceministra Yolanda Díaz, a quien ayer se le escapó que con esta ley se pretende "reescribir la historia". Hasta ahora ningún partidario de la memoria histórica había revelado de una manera tan cruda la verdadera intención que se esconde tras las iniciativas legislativas vinculadas a la Guerra Civil y el franquismo: la manipulación del pasado para apoyar el supremacismo moral de la izquierda. Creíamos que la historia se escribía o reescribía gracias a la labor colectiva -y muchas veces contradictoria y polémica- de cientos de historiadores que invierten miles de horas de arduo trabajo en los archivos y bibliotecas. Pues no, todo es mucho más fácil y cómodo. Sólo basta con alcanzar un acuerdo parlamentario con los herederos de ETA para construir la historia de España al gusto de los partidos en el poder. Estamos a un paso del Ministerio de la Verdad.

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