EL cansancio debe ser un estadio mental. El asco, el obelisco de la nausea. ¿Qué por qué inicio un canto a la amistad con estas metáforas negativas? Precisamente por eso. Porque la realidad nos presenta el frasco cotidiano no ya medio vacío, sino acabado y caput.

Es entonces cuando, como un cadáver exquisito, tirado en el sofá, bajo los efectos narcóticos de un jarabe, gripe habemus, empiezas a pensar en tu vida. El tiovivo de la vida. Y descubres y recuerdas a Cubillana, don Juan García Cubillana, ese amigo generoso que siempre estuvo contigo, que, cuando el centenario de la Plaza de Toros de San Fernando, esa efeméride, te dio tu primer acto cultural en los salones del hotel Salymar, con un cartel de lujo. Que luego, en la peña de Ruiz Miguel, también fue tu valedor en conferencias y lecturas poéticas, en la Tertulia Flamenca, sin conocerte casi, por generosidad.

Y esa amistad, inviolable, se mantiene a lo largo del tiempo. Contestó mi ingreso en la Real Academia de San Romualdo, y dentro, sé que es uno de los valedores inquebrantables que tengo.

Es esa generosidad. Su cariño sin fisuras lo que hace un ratito, en el sopor o nirvana de la febrícula, recordaba. Médico desinteresado de mis hijos, -y de mis nietos- ameno conversador. Entusiasta de la concordia, de la charla, de las tertulias, de…

Es una suerte contar, un lujo, con amigos como él. Pepe Chamorro, otro que tanto monta, monta tanto, lo quiere y lo exalta, en esas tertulias donde una buena manzanilla o el recuerdo de un lance de capa, hacen delicias del reencuentro con esa parte de la vida, que son los recuerdos.

Juan, don Juan, siempre estuvo, también, en la fiesta. En la Tertulia Taurina Isleña. En el Aula Taurina de la Isla. Admirador y amigo de Rafael Ortega, era embajador y es, del recio torero isleño, que ahora están reivindicando en Canal Plus como una figura de época.

Tiene actualmente 86 años, veintiséis nietos, tres hijos médicos y un nieto licenciado ya, que yo recuerde, y dos académicos de San Romualdo.

Y su casa abierta a sus amigos, con ese afecto perdurable y generoso que me está aliviando hasta de la gripe.

Le decía yo a Chamorro que había dos cosas en esta vida de las que no me arrepentía, el haberme casado con mi mujer, con la que repetiría en cualquier vida, y la amistad de esos amigos, como él, como Cubillana, como Calap, como Villanego, Manolo Fossati, etc., que son los lujos que la vida pone a tu alcance para que no te tuerzas, para que no caigas, como dije al principio, en decir que el asco es el obelisco de la nausea o que el tarro está más vacío o que el cansancio mata. Gracias a estas personas, gracias a ellos, no.

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