Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Amarras

SERÍA muy conveniente que Batasuna concurriera a las próximas elecciones municipales... si antes cumple (y acata) las condiciones que garanticen su alejamiento de los violentos. Sería muy interesante ver en qué queda electoralmente la amedrantadora izquierda abertzale sin el respaldo explícito o implícito de las metralletas, sin esa alianza natural, casi biológica, con los terroristas. ¿Un partido de aluvión? ¿Una panda de desorientados? ¿Un nacionalismo redentor con relativos clientes? Gran parte, si no toda, de la fuerza de Batasuna y sus satélites radica en su vecindad con los asesinos, en ser el pedúnculo político de los que disparan a la nuca: la intimidación como base del respeto y como bolsa matriz del programa electoral.

Y sería, en fin, conveniente su presencia en las municipales porque los electores vascos por primera vez en la historia tendrían ante sí un catálogo de partidos limpio y democrático. O lo que es lo mismo, el País Vasco celebraría por fin unas elecciones sin la presencia intimidatoria, cancerígena, de algún grupo bendecido por los criminales. Sería no sólo muy interesante sino un síntoma absoluto de normalidad. Pero la presencia de esa renovada (y ficticia) Batasuna, como quiere que se llamara, en las municipales es muy improbable: tendría que convertirse en otra cosa.

La reacción ayer de la izquierda abertzale al comunicado de ETA pone en evidencia la dificultad que tienen para romper las amarras con los asesinos, dificultades, unas, nacidas de la mutua concepción y, otras, de la resistencia de los propios terroristas a desprenderse de esa parte orgánica a quien dicen representar y en cuyo nombre y defensa han dejado más de ochocientas víctimas mortales.

Hay tantas concomitancias, tantas afinidades entre Batasuna y ETA, que resulta imposible concebir una sin la otra. Si algún día la rama política se desgajara de la banda se convertiría en otra cosa. Pero hay pocas esperanzas. Ayer los abertzales se limitaron a aplaudir un comunicado de ETA que ni siquiera cumple con las expectativas de distanciamiento expresadas por alguno de sus dirigentes: tregua indefinida y verificable internacionalmente. Es, dijeron, "una aportación de valor incuestionable para la instauración de la paz y la consolidación de un proceso democrático".

Lo que no vale a estas alturas es un alejamiento basado en matices, sino una ruptura sin ambigüedades, la que separa la democracia de la lucha armada. Los abertzales, sin embargo, insisten en el equívoco y la indeterminación. No se quieren convertir en otra cosa. O no se atreven. Si Batasuna no concurre a las municipales con todas las de la ley sería un acontecimiento lamentable: el conflicto continuaría vigente.

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