Cuchillo sin filo

francisco Correal

Almanzor

ESPAÑA es un país grande y diverso, patria admirada por quienes la combatieron, que ahora la visitan como turistas; vilipendiada por los herederos de quienes la defendieron. Se asoman su grandeza y su diversidad en los finales de etapa de la Vuelta Ciclista a España: en sus campos, sus ciudades, sus gentes, sus caseríos, sus iglesias, las esquilas de las vacas que acompañan con su sinfonía a este ciempiés de pedales.

Seguí hasta el final el partido que Rafa Nadal perdió frente al argentino Martín del Potro en los Juegos de Río. Esa lucha titánica entre dos soledades me llevó a empezar la lectura de las memorias del tenista Andre Agassi, hijo de un persa despótico que hablaba cinco idiomas "y todos mal". Empieza Agassi contando que siempre ha odiado el tenis, al que sólo le agradece que en un torneo de Roland Garros se enamorase de Steffi Graf, la madre de sus hijos. Da la sensación de que nuestros políticos odian la política y creen que el mejor lugar donde está la pelota es en la red, ese leviatán que para Agassi representaba el cúmulo de las maldiciones.

Los dos simulacros de investidura, la reducción más lamentable de la política al infantilismo, al piña rapiña, evocan un episodio que retrata Titus Burckhardt en su ensayo sobre la civilización hispano-árabe. Cuando Almanzor llegó a Compostela, ordenó trasladar hasta Córdoba las campanas de la iglesia a hombros de cautivos cristianos. Tras la Reconquista de la antigua capital omeya, esas mismas campanas fueron devueltas a Galicia a hombros de cautivos musulmanes. El pesado campanario que se echó sobre sus espaldas Pedro Sánchez cuando perdió la primera investidura se lo pasó a los hombros de Mariano Rajoy y España sigue sin Gobierno, como el día que Almanzor perdió su tambor, parafraseando la película de Mariano Ozores que tanto iluminó las noches de cine de verano.

Seamos surrealistas, pidamos lo posible. En caso contrario, vamos camino de Liechtenstein, nuestro rival para iniciar el camino del Mundial de Rusia. Mi querida España, cuarenta años sin Cecilia, país más novelero que literario donde la afición al bricolaje disparó las cifras del desempleo y la crisis de vocaciones sacerdotales ha incrementado las ganancias de los psiquiatras. A una semana del comienzo del curso escolar y del final de la Vuelta, lo único que empezamos a tener claro es que la nueva capital de España es Vaduz, esa ciudad asexuada que sale en los crucigramas.

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