Cuchillo sin filo

francisco Correal

Alemanes

POR el camino de Loja dos jinetes van marchando... La canción de Luis Lucena salía sola como hilo musical del seminario que la Fundación Konrad Adenauer, que rima con Beckenbauer, celebró en la localidad granadina. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, el interlocutor de Luis (de Funes) de Guindos, fue como una avanzadilla de compatriotas. España se ha llenado esta semana de miles de alemanes. No venían a repoblar la Sierra Morena, como en tiempos de Carlos III, sino a ponerle la puntilla al bipartidismo balompédico en plena sangría del bipartidismo político. Dos jinetes germanos, Jürgen Klopp y Jupp Heynckes, entrenadores del Borussia y del Bayern, se llevan sendos botines del Bernabéu y del Camp Nou.

Esta desamortización futbolística ha coincidido con el Día del Trabajo. Las ciudades españolas se llenaron de banderas de gente que no quiere seguir más tiempo en fuera de juego. El 1 de mayo de 2012, en el Polígono Industrial Las Monjas, de Torrejón de Ardoz, se imprimió una edición ilustrada de El Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Publicado originariamente en alemán, el manuscrito fue enviado a Londres para su impresión. El mismo viaje que los futbolistas alemanes harán hasta el estadio de Wembley. En la capital británica se disputó en 1847 una Liga bien distinta, la Liga de los Comunistas, que 25 años después, en 1872, publicó por primera vez ese código de Hammurabi del proletariado. Cuando muere Marx, los prólogos a las diferentes ediciones los firma su socio y amigo Friedrich Engels. Sigue siendo uno de los libros más vendidos. Quienes hacían anatema de la propiedad privada defendían con uñas y dientes su propiedad intelectual cuando un editor turco, temeroso de la propaganda negativa de un texto firmado por Marx, propuso que el libro lo firmara el traductor.

En el manual del manifestante de 2013 sorprenden los clichés gauchistas: por un lado, las banderas de la República. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels consideran entre sus adversarios a las monarquías absolutas. No es el caso esta monarquía constitucional. Por otro, la inclusión del aborto en las proclamas sindicalistas. Uno de los oradores abogó por que la mujer gestione "su vida, su libertad y su cuerpo". En la línea del texto de Marx y Engels, liberarla del yugo de su feto, ese patrono en ciernes que la sojuzga, plusvalía de un tirano pequeño-burgués.

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