Ajedrez de niebla

Sorpresa contra 'sorpasso', las elecciones de Madrid cambian el tablero inesperadamente

Apenas habíamos terminado de analizar el sorpasso de Vox al PP en Cataluña cuando asoman -zig-zag de vértigo- unas elecciones en Madrid donde Isabel Díaz Ayuso va a sacar muchos más votos que Rocío Monasterio. Como aquí el orden de los factores sí altera el producto, el PP cogerá aire o recuperará terreno perdido. Además, decíamos hace poco que, para ganar el centro, Ciudadanos lo tenía más fácil que los populares, porque, aunque menguados, ya estaban allí. El movimiento de Arrimadas ha sido como el que se va a Sevilla para ganar un momentáneo sillón murciano, pero ni eso y encima perderá su silla. Como el ajedrez político se juega en un tablero de niebla, hay que ir sobre la marcha con la lengua fuera.

Marchando, pues, una de cómo quedan las piezas en este instante. El fortalecimiento de Casado quedará en deuda con su prima de Zumosol, esto es, con el estilo y el posicionamiento político de Ayuso. Arrimadas se ha dado jaque mate a sí misma, incluso si tiene pactada alguna moderación de Sánchez, porque el peligro es Sánchez, no Iglesias. No haberlo entendido a estas alturas es irrecuperable. Y el ridículo murciano no tiene vuelta atrás.

La situación de Vox, más que delicada, es doble: ideas y aritmética. Por el lado de las ideas, teniendo en cuenta que en Madrid no hay nacionalismo al que enfrentarse a cara de perro ni que Ayuso se amilane frente a la izquierda ni haga ascos al populismo, de las cuatro patas de su discurso, a Vox le queda la conservadora: la defensa de la libertad de enseñanza, de la vida, el rechazo a la memoria histórica, etc., donde Ayuso ni está ni se la espera. Ahora bien, el equipo de Rocío Monasterio se diría especialmente preparado para eso. Tiene a pesos pesados del alma conservadora (en Vox conviven varias, como es natural) del partido. Pienso en la misma Monasterio, en Alicia Rubio, en Ruiz Bartolomé y en Gádor Joya.

Luego vendrán los pactos. Es altamente probable que el PP dependa de los votos de Vox, por mucho tirón popular que arrastre Ayuso. No importa (como sabe de sobra Iglesias) que se alteren los números absolutos, si aumenta la necesidad de apoyo. Y la del PP, esta vez, será una dependencia inequívoca, sin nadie más a quien recurrir. La combinación de una campaña centrada en la defensa formal de principios claros y después la nitidez de las sumas puede darle a Vox la primera oportunidad de dejar su impronta en un ejecutivo.

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