Cuchillo sin filo

francisco Correal

Afrancesados

LES voy a regalar bibliografía a los demagogos, a los sectarios. "¡Viva María Santísima, viva Jesucristo, viva su fe, su religión, mueran los franceses!". Cuenta José Álvarez Junco en su libro Mater Dolorosa que ésos eran los gritos que recorrían la Andalucía sublevada en 1808. Había incluso mueras a Napoleón. Pero esos franceses no eran pacíficos dibujantes y periodistas que celebraban su reunión semanal en el semanario (traducción del galicismo hebdomadario). Aquellos franceses, sin justificar esas soflamas que sorprendieron al propio Bonaparte, eran soldados que habían invadido nuestro país. También lo invadieron sus libros y sus ideas, nos regalaron los Episodios Nacionales de Galdós y esa figura de los afrancesados, hijos de una Ilustración que había cuajado dos décadas antes con la Revolución Francesa.

París no se acaba nunca. El título de la novela de Vila-Matas vale tanto para la multitudinaria, emotiva manifestación de ayer en la ciudad de la luz, como para los días de tensión que han vivido sus ciudadanos desde el mediodía fatídico del 7 de enero. Otra matanza de enero, como la de los abogados de Atocha en 1977. Otra vez contra portaestandartes de la libertad. En París, "esa ciudad que, como ninguna otra", escribía Stefan Zweig, "había sido agraciada con el don de hacer feliz a todo aquel que se acercara a ella".

Al oír que se había producido un ataque contra una revista satírica, pensé en Le Canard Enchainê, una publicación que nace en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, un conflicto que sesgó la vida de más de un millón de franceses. David Stevenson, historiador de esa guerra, cuenta que la Iglesia quería la guerra y el Papa la paz. Es la paradoja de este momento. El enemigo ya ha declarado la guerra, ha atacado en cuatro puntos cardinales de la civilización: Nueva York, Madrid, Londres, París. Quizás haya llegado el momento de unos premios Goya con pegatinas del Sí a la guerra. Al menos, no a los brazos cruzados, a mirar para otro lado, a autoflagelarse con epígonos del padre Bartolomé de las Casas.

Volviendo a la cita inicial, que Álvarez Junco encontró en el capuchino Rafael de Vélez, se está haciendo una curiosa alquimia conceptual con el atentado del 7 de enero. Como Cabu, Wolinski y sus compañeros en el Gólgota del humor se burlaban de todas las ortodoxias religiosas, de todas las confesiones, ha sido este totum revolutum, media aritmética y teológica de todos los que creen en un ser supremo, el que ha inducido la carnicería de Charlie Hebdo. Pues no. Los humoristas han tenido el mismo verdugo, el integrismo islámico, que tienen los cristianos de Siria, de Iraq, de Nigeria, aunque por éstos no se manifieste nadie, no son saharauis ni palestinos.

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