No es fácil explicar, y mira que tiene miga la cosa, lo que está pasando en el Cádiz. En Huelva se marchó una nueva oportunidad inmejorable para recortar tres puntos a los rivales y la frontera de la salvación ya no se ve en la próxima estación, ahora como poco a dos paradas. Comenzar marcando y un penalti a favor ya no son suficientes para asegurar la victoria, y seguimos emplazando el primero de los triunfos que nos darán la salvación a la próxima jornada. O a la siguiente. O a la otra...

Como en esto del fútbol ya está todo inventado, qué mejor que recurrir a las frases hechas y muletillas de las que tanto tiran los propios deportistas y, como no, los medios para encontrar explicación a los males cadistas. Porque está claro que el problema del Cádiz es que al fútbol juegan once contra once... y los amarillos casi siempre acaban con diez. Y no hay rival pequeño, aunque según las cuentas tengamos el quinto mayor presupuesto de la categoría y deba notarse. Lo que nos pasa es que el que perdona lo acaba pagando y aquí si hablamos de pagar algunos en el palco se ponen nerviosos...

Pero tranquilos, que si las frases hechas nos dan el problema también nos llevan a la solución. Porque si, como decía algunas líneas más arriba, tenemos la quinta plantilla más cara del campeonato, hay que suponer que existen mimbres para hacer un buen cesto. Uno capaz de salvarse, por lo menos. No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo pero teniendo en cuenta que la experiencia es un grado y que más sabe el diablo por viejo que por diablo, don Víctor Espárrago debe estar capacitado de sobra para sacar al equipo del pozo en el que se encuentra. Y seguro que el uruguayo encontrará la manera de sacar el 120 por ciento a la plantilla para lograr la permanencia en Segunda.

Visto lo visto, los cadistas pueden estar tranquilos. Con tanta frase hecha la salvación es un ídem. Luego ya será otra cosa y en el césped habrá que apelar a mucho más que palabras. Ya se sabe que fútbol es fútbol...