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Abejas y zánganos

Hay que tener cuidado de no comprar el discurso de Podemos ni para echárselo a ellos mismos en cara

Ramón Espinar es una mina de oro. Me refiero a Ramón Espinar hijo y al oro metafórico que, para los columnistas y las redes sociales, supone que no deje jamás de darnos motivo para la agitación y el jolgorio. Pasó lo del pase de su piso; lo de los cargos múltiples no acumulados; lo de las coca-colas light. Y ahora el senador de Podemos se ha tuiteado tan contento de marisqueo (no mariscando, marisqueando), tras protestar tanto de la juventud precaria y la abundancia de los ricos. Antes tuiteaba: "Un tipo que hace rosas con fresas gana concurso de cocina en un país en que la gente pasa hambre y los críos buscan comida en las basuras".

A la misma hora que él, yo estaba catando también contentísimo un poco de marisco, qué casualidad. Cierto que nunca he hecho demagogia con la miseria, sino lo contrario, incluso en los lujos a los que no alcanzo o no quiero. Soy muy fan de La fábula de las abejas de Mandeville, donde se mantiene que el lujo y la ostentación, que pueden ser vicios personales, producen bienes sociales. Para concretar en el marisco, piensen en los salarios justos (o justitos, pero honrados) de pescadores, de pescaderos, de camareros, de limpiadores del restaurante, de cocineros… Esta defensa de Mandeville nunca se la hemos oído a Espinar, que es más de los zánganos que de las abejas, según defiende la subvención y el subsidio y cómo protesta contra el consumismo (ajeno). Se le podría acusar, por tanto, de hipócrita o de cínico por lo del marisco y por haber traicionado su nicho electoral. Pero no me parece bien por mi parte (por la parte de marisco que yo tomé). Ni, sobre todo, sería muy inteligente comprarle el discurso bobo, aunque sea para arremeter contra él.

No hay que perder la esperanza ni con Espinar. Ha estado poco listo tuiteando su foto del marisco, que era echar carnaza a las fieras; pero, por esa inocencia suya tan extrema, tal vez pueda salvarse. El marisco es muy bueno, comer bien es legítimo y contribuye al bien común. Lo que es peligroso o, como mínimo, indigesto, pero, a la larga, peligroso, es hacer demagogia y defender y difundir una ideología que no entiende el mercado ni el mundo. Si Espinar, gracias a su mariscada y al revuelo posterior, entendiese esto, entonces sí que le habría salido baratísima la cuenta del restaurante. Hoy lo dice como excusa (como excusa barata), pero, si el marisco le abre la mente, poco sería su precio.

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