Los ejércitos digitales de la derecha más derecha han tocado a rebato y se han volcado en tromba sobre la derecha madre, la de toda la vida, a cuenta de la abstención de esta última en la votación sobre la propuesta de nombramiento de persona non grata para Santiago Abascal en la ciudad autónoma de Ceuta, promovida por las izquierdas. La posición adoptada por el PP ceutí, que además gobierna allí, decantó finalmente el resultado hacia la aprobación de la propuesta, y ha desatado las iras de los voxeros y algún otro sector aledaño, hasta el punto de que su portavoz ha anunciado solemnemente la ruptura de relaciones.

Partiendo de la base de que las designaciones de personas non grata tienen un componente más político que social y en la práctica su relevancia es insignificante (el mismo Mariano Rajoy ha sido nombrado así en su propia tierra, Pontevedra, y yo mismo he sido testigo del cariño que le tienen la mayoría de sus paisanos cuando cada verano cae por allí), y que en democracia nadie, excepto algún caso suelto, debiera ser considerado así, y menos por razones ideológicas, creo que en dicha abstención ha pesado sobre todo el hartazgo ante el populismo (que suele coincidir con oportunismo) de los dirigentes de Vox en la peor crisis que se recuerda motivada por la avalancha de migrantes azuzados por la política despiadada de Marruecos. Es lo que tiene pasarse de frenada ante problemas complejos de difícil respuesta, que una vez calmada la tempestad viene la resaca, aunque sea en forma de declaraciones institucionales de cara a la galería.

Ha sorprendido, además, la relativa tranquilidad con que el PP nacional ha acogido las críticas de Vox, al punto de no rectificar oficialmente su postura ceutí, vehementemente pedidas por aquellos.

En ello influye sin duda la evolución de las encuestas en los últimos meses que, pese a las dudas en torno al liderazgo de Pablo Casado, dibujan un escenario favorable a los populares, beneficiados por el reagrupamiento del voto de Ciudadanos en torno suyo y la errática gobernanza de Sánchez, cada vez más distante y preso de sus pactos con comunistas y nacionalistas.

Ante esa dinámica ganadora de la derecha, la pujanza de Vox, un partido surgido desde esa misma derecha, no tiene más remedio que resentirse, y cuestiones como la de Abascal no pasan de ser incómodas, que en la política actual es casi tanto como decir irrelevantes.

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