Dentro de una semana estaré votando, pero no me lo están poniendo fácil. Si yo, que por lo general sigo con interés la actualidad política, tengo difícil encontrar las propuestas reales de cada una de las formaciones, qué llegará al andaluz medio, que hace solo unos días no tenía claro -o eso decían las encuestas- ni la fecha de los comicios ni los líderes que concurrían.

Conmigo tienen la mitad del trabajo hecho: aún no he caído en el desencanto del “todos son iguales”, aunque esto es mérito mío, que me trabajo diariamente mis convicciones y mi fe en la utilidad de la política y en la necesidad de la implicación de la ciudadanía, también con su voto. Aún así, pese a la ventaja que les estoy dando con mi punto de partida, les está costando encontrarme.

Estoy aburrida de escuchar estrategias, cálculos electorales, sumas de parlamentarios y opciones de investidura. No quiero que mi voto sea o no útil en función de las sumas totales, quiero que mi voto sea útil porque represente mi voluntad, la cercanía a un programa político, el convencimiento de que hay una opción que se ajusta, en la mayoría de sus propuestas, a lo que espero para Andalucía.

Tampoco quiero votar por descarte. Ni por castigo. Ni quiero que mi papeleta sea interpretada como una proyección de lo que puede ocurrir en unas futuras elecciones nacionales dentro de unos meses, o de año y medio.

Podría votar por inercia, porque a estas alturas tengo claro a quién me siento más cercana. Pero me gustaría conocer medidas concretas, soluciones prácticas a los problemas que dependen de la administración autonómica.

El ambiente electoral pivota entre el cabreo, el miedo y la desgana, y los partidos están volcados en arañar votos a costa de enardecer aún más a las masas, en lugar de presentar proyectos ilusionantes.

Yo soy muy disciplinada en mi papel de ciudadana y siempre voto, incluso cuando he estado más mosqueada y he tenido más ganas de quedarme en casa. Así que supongo que en una semana estaré en el colegio electoral de siempre. Me gustaría hacerlo con un poco más de esperanza y un poco menos de resignación.

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