La esquina del Gordo

Otra vez los coros y danzas

Menos mal que un opinador de provincias puede transcribir lo que el pueblo siente

Como mero ejercicio de meditación sería normal que durante estas fechas se hiciera memoria de las principales impunidades de los de la casta; la principal de ellas, esa tendencia general a faltarnos al respeto y que nuestra dignidad pueda ser pisoteada en función de sus ambiciones personales. Pero, claro, una cosa son las contriciones y otra estar en disposición de que cambien esas prepotencias, convencido de que tendrán que pasar tres, cuatro, cinco generaciones alejadas del borreguismo actual donde al individuo solo se le reconozca por el valor de su voto y, entre tanto, a joderse tocan, y a someterse a falsas doctrinas, ideologías y promesas, o a sufrir en silencio todos los acosos inimaginables, que el poder es el poder y a ti te encontré en la calle.

Pero, ya digo, como roza el absurdo referirse a las batallas perdidas mientras existan las posibilidades de decretos que, dentro de unas leyes discutibles, rozan el nepotismo, no dejo de considerar la impotencia del pueblo para, siquiera, desear un cambio radical en la educación lastrada, doctrinaria que recibe, empeñada en llenar de humo partidista las cabezas en vez de formarlas para que cada individuo tenga la libertad de pensar por sí mismo. Pero, ya ve, nada más lejos de los inquilinos del cotarro. Ellos prefieren las piaras amaestradas insensibles a los olores nauseabundos que provocan e incapaces de redimirse por sí mismos con sometimientos espurios y revanchas estúpidas. Cómo está el patio que ahora hasta lo de Filesa ha vuelto a salir a flote, o sea, olvidar todos los pasados que ya no tienen vuelta atrás sin que el olvido equivalga al perdón y a sabiendas de que todos los círculos son viciosos.

Menos mal que lo que un opinador de provincias puede darse el gustazo de transcribir lo que de verdad el pueblo siente a pesar de que no lo tenga fácil, digo la acción de pensar, mucho menos la de influir en los comportamientos de los amos del cotarro, ya sean en los que compran voluntades, o en los que cobran por puro instinto de supervivencia. Defender la dignidad es la batalla por la que es necesario luchar y que si hay algo por lo que combatir, esto sea negándose a admitir el pan para hoy a costa del hambre para mañana, ¿se enteran los cachotrapos partidarios de los decretos?

Hace un par de días me encontré con un viejo amigo, socialista convencido y por tanto desengañado de este aborto (¿eutanasia?) que se practica hoy en día. Me decía: "Hubo un tiempo en que los jóvenes nos creímos capaces de hacernos mejores para llegar a tener una sociedad más justa, pero a medida que ha ido pasando en tiempo, hemos visto que los partidos se han convertido en banderines de enganche para que muchos sinvergüenzas vivan a cubierto a cambio de un plato de lentejas, o por una foto mostrando sus caras de babosos entre los adoradores circunstanciales del becerro de oro que toque en ese momento… La verdad es para llorar".

Me produjo tristeza su abatimiento y lo peor es que no encontré argumentos para animarle porque comprendí su desaliento.

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