Análisis

Pedro G. Tuero

A mi varonil lector

Ni la Constitución de Cádiz, compendio de libertades, tuvo a la mujer en cuenta

Hoy, mi varonil lector, he decidido dedicarle este artículo a la mujer, aunque tampoco es la primera vez que lo hago. Brindar por todas las mujeres del mundo y especialmente por las gaditanas. Gentilicio que abarcaría a todas las que nacieron y viven en esta provincia tan característica. Una tierra que mira al mar por una parte y al campo o a la sierra por otra. Un enorme balcón con diferentes vistas; más las mujeres. Mujeres sufridoras, valientes, decididas, conformistas o resignadas. Esposas, unas inconscientes, otras consecuentes y avispadas. Madres cumplidoras, muchas verdaderos ejemplos de mujer, otras condescendientes y doblegadas. Mujeres al fin, plurales y diversas.

Es en la historia de la humanidad donde uno puede comprobar el desacato tan manifiesto que han sufrido las mujeres por parte del desconsiderado cabecilla, que irremediablemente siempre fue el varón. Hoy, en este mundo aún de bajezas e injusticias flagrantes, a la mujer todavía le queda un buen trecho por recorrer, independientemente de lo conseguido. Pasarán muchos años para que ese Día de la Mujer haya desaparecido, pienso. Como también creo que poco habría que celebrar actualmente, según se mire. Porque lo logrado que es mucho no es suficiente. Y lo alcanzado no ha sido a través de dádivas ni cortesías, sino con el sufrimiento y la tenacidad que han ido rescatando la verdadera esencia de la mujer.

Y esa historia nos demuestra que mujeres inteligentes y valientes, cultas y formadas, han sido verdaderas adalides de esa conversión natural que en los últimos siglos ha ido dignificando a la mujer. Por ejemplo, Concepción Arenal, entre tantas que realmente lucharon por esa dignidad femenina. Una mujer de armas tomar, nacida en Ferrol (1820), que dedicó su vida a reivindicar aquellas situaciones marginadas que padecían las mujeres, considerándolas como seres humanos discriminados a quienes hay que ayudar, estimular y respetar: "No en rendiciones galantes, ni en modales encantadores y protectores, sino educándolas en la dignidad de su propia condición". Mujer que para poder estudiar la carrera de Derecho en la Complutense madrileña tenía que disfrazarse de hombre, pues los estudios y la participación femenina en tareas masculinas, aún en el siglo XIX, estaban mal vistas. Ni la tan cacareada Constitución de Cádiz, compendio de libertades y consecuciones sociales y políticas, tuvo a la mujer en cuenta.

Y esto es así, mi agasajada lectora, la lucha ha sido enorme y hermosa, aunque hoy en esta España confundida todavía quedan muchos asuntos pendientes. Historia de sufrimientos y de merecidos logros, no se deben empañar y confundir con otros debates interesados que a la legítima dignidad de la mujer no le beneficia: ese desmedido feminismo desnaturalizado, el caprichoso manejo que se hace de la Lengua o el falso oportunismo político. Propósitos equivocados y, seguro que, ideados por hombres. Es decir.

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