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En la carrera por la obtención de una vacuna frente al SARS-CoV-2, como en la fábula de Esopo, unos países y compañías están actuando como liebres y otros, más pausados, se mueven como tortugas. Dentro de este último grupo está España, como no podía ser de otra manera en un país que se caracteriza, desgraciadamente, por tener uno de los niveles más bajos de inversión pública en I+D de los países de nuestro entorno. En contraposición, los dos grupos de investigación españoles embarcados en esta carrera, ambos del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) de Madrid, se caracterizan por la sabiduría de la tortuga de la fábula, pues son grupos de referencia mundial y con una dilatada trayectoria en el campo de la virología. En ambos casos se han decantado, además, por métodos más lentos pero con mayor probabilidad de éxito: el uso de virus completos como inmunógenos.

El equipo liderado por los Drs. Mariano Esteban y Juan García Arriaza ha diseñado un virus quimérico utilizando una variante muy atenuada de un viejo conocido de los virólogos, el virus Vaccinia, como vehículo para producir la proteína S del SARS-CoV-2. Se trata de un sistema muy puesto a punto por el grupo y que ya ha dado previamente buenos resultados con ratones de laboratorio expuestos a otros virus, como el ébola o el zika, que lograron inmunizarse con niveles de protección de más de un 80%. En estos momentos, el grupo está probando un prototipo de la vacuna en estos animales de laboratorio. Por otro lado, el grupo de virología de los Drs. Luis Enjuanes e Isabel Sola, se ha decantado por el uso de coronavirus inactivos en su modelo de vacuna. Para ello, han reconstruido el genoma del SARS-CoV-2 mediante ingeniería genética para generar versiones no infecciosas por eliminación de los genes de virulencia. Salvo éstos, el resto de componentes de los virus estarían presentes en las vacunas, de manera que se espera que el sistema inmunitario responda sintetizando anticuerpos frente a una gran variedad de sus antígenos, no solo frente a la proteína S de la envoltura. Por ello, lo más destacable de este proyecto español es que, a pesar de ser más lento en su desarrollo, la respuesta inmune que inducirá en las personas que reciban esta vacuna será probablemente más poderosa y duradera en comparación con otras.

Es importante destacar que la fabricación de vacunas, como la Ciencia, no es infalible, y no todos los ensayos salen a las primeras de cambio. De hecho, la historia nos ha enseñado que no siempre se puede desarrollar una vacuna contra una enfermedad, como ha ocurrido en casos como el HIV o la malaria. Esperemos que no sea el caso. La baja capacidad de mutación de este fatídico coronavirus, además, invita al optimismo de que, una vez obtenidas las vacunas, éstas puedan ser duraderas en el tiempo. En cualquier caso, en esta carrera ganamos todos, no hay perdedores. Y el hecho de que haya más de cien proyectos en marcha, en múltiples países, es un indicativo de que la Ciencia (y los científicos), una vez más, ha respondido. Ojalá influya en el futuro a la hora de invertir en I+D. Ahora más que nunca debemos saber que sin Ciencia, no hay futuro.

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