El parqué
Sesión mixta
El turismo es una de las actividades más placenteras y lucrativas que ha inventado el ser humano moderno. Puede llegar a ser también una de las más enriquecedoras, en el sentido crematístico del término y en el espiritual también. En su mejor versión, produce notables beneficios tanto al turista como al lugar que los recibe, cuando la apertura de mentes provoca el deseable intercambio de experiencias entre el que llega y los que están. Hay pocas expresiones más agradables que aquella que dirige el lugareño al visitante: “¿De dónde son ustedes?”, “where are you from?”, “vous venez d’où?”, “apo pou eiste?”, que da lugar a una conversación animada y a una catarata de preguntas y respuestas “¡ah, sí!, yo he estado también, me gustó mucho, tengo amigos que viven allí, ¿es la primera vez que vienen?...” Quién sabe si nacerá una amistad indeleble. En su peor versión, la del turismo masivo y en el fondo desinteresado por lo que se visita, ya conocemos sus malos efectos, resumidos en despersonalización y venta de las esencias al mejor postor.
Leemos que el Ayuntamiento de San Fernando está propiciando que algunos edificios históricos actualmente en desuso se puedan convertir en hoteles que favorezcan la incipiente industria turística de la Isla, no muy dotada de patrimonio espectacular pero tampoco huérfana de atractivos potencialmente explotables, entre los que destaca la espléndida playa de Camposoto, pero también la Historia y la cultura que encierra este lugar milenario y de las que los primeros que deberían ser conscientes son sus habitantes actuales. Es decir, que estamos a tiempo de que el turismo que arribe a nuestros ‘puertos’ lo haga atraído por esta faceta menos masiva, y de que su llegada responda al primer supuesto que hemos citado arriba, el del visitante interesado, disfrutón y comunicativo, que se pregunte y se responda sobre dónde está y por qué ha venido hasta aquí.
Siendo La Isla, todavía y en comparación con algunas ciudades vecinas, un lugar prácticamente virgen para el turismo, la oportunidad que se presenta es única: empezar bien a construir ese futuro cuidando la oferta, primando la calidad, resaltando lo peculiar, siendo y manteniendo limpias las calles (!), mimando el entorno tan particular, mirando al mar y sus vaivenes con cariño, mostrándonos diferentemente acogedores para cualquier náufrago que recale en nuestras orillas.
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