Análisis

MANUEL BAREA

En la trinchera

Por fin la vida como autor de un artículo semanal cobra sentido con la victoria de Trump

Permítanme la grosería de transmitirles cómo me siento. Bien. No, mejor que bien, estoy exultante, sudo gozo, el pecho me va a reventar de tanta dicha. Por fin la vida como autor de un artículo semanal cobra sentido. Ahora sí el teclado echará humo. No, fuego. Ahora tengo un objetivo. Los dos tomos del diccionario de la RAE al lado del ordenador acabarán descu ajaringados de tanto uso. Ninguna como la lengua española para poner como los trapos a quien eliges como diana de tus dardos envenenados. Y como en todo este tiempo no he tenido lo que hay que tener para lanzarlos contra gente como, pongamos por caso, Mariano Rajoy, Susana Díaz o el nuevo ministro del Interior -pura cobardía, instinto de supervivencia... piensen lo que quieran-, no puedo más que felicitarme tras la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Personalmente, la derrota de Hillary Clinton me la trufa: por mí como si se coloca de dependienta en un Kentucky Fried Chicken y es nombrada empleada del mes. Criticar a esta mujer sería como meterme con una prima del pueblo. En cambio el otro. Ah, el otro...

Del otro, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo en cuanto tome posesión del cargo, puedo decir desde mi rincón en un periódico andaluz, al sur de España, muy cerca de Morón y de Rota que... a ver... voy a buscar algo. Sí, puedo decir que Donald Trump es un cenutrio, un gárrulo, un fantoche, un embustero... Bien, vale ya. Vamos, que me estoy ciscando en el Darth Vader de nuestros días. Y sin embargo, comprenderán que si donde han leído el nombre y el apellido del neoyorquino leen el nombre y el apellido de alguno de los otros tres que he citado más arriba me caigo con todo el equipo. Es que acabo preguntando por la oferta más tirada del KFC para poder comer algo. Es lo que tiene la distancia. No veo yo a Trump inquiriendo a su jefe de prensa en el Despacho Oval: "Hey, ¿quién es este jodido Barea?" (el taco no es gratuito, ya saben cómo se las gasta The Donald).

Así que aquí estoy, listo para todo. Ahora, atrincherado en esta columna, sólo pienso en el triunfo de Marine Le Pen en Francia -¿le dedico el "zorra" que ha empleado contra Clinton el merchandising de Trump en la campaña?-, en que algún sosias de Berlusconi atiborrado de gorgonzola se apodere de Italia, en que el Reichstag sea profanado por esos hijos de puta como en 1930. Entrenaré duro, habré hecho ejercicio y cogido músculo para estar preparado por si acaso eso vuelve a ocurrir en mi país algún día.

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