Análisis

manuel garrido

Hermano mayor de la cofradía del Perdón

Hasta siempre Fray Ricardo

Hoy es uno de esos días en lo que me toca ponerle voz a los sentimientos de una cofradía. Todavía recuerdo el escalofrío que sentí el sábado 4 de mayo cuando por las redes sociales nos llega la noticia del percance que sufriste. Fueron dos semanas duras de dolor y oración por tu pronta recuperación.

Las noticias que llegaban no eran buenas y por día que pasaba, nuestras plegarias iban pasando de lo material para tu pronta recuperación hasta lo espiritual, encomendándonos por tu alma.

El viernes nos llega la triste noticia del fallecimiento de tu cuerpo; tu alma llevaba ya dos semanas viendo in situ los bordados celestiales de tu Señora de los Ángeles de tu querida hermandad del Cister o cómo le sienta el manto de las granás a la Amargura y sobre todo ver juntos tus dos palios preferidos, los del Rosario en sus Misterios Dolorosos; el primero de negro y luto de la Expiración de tu Córdoba y el segundo de gloria y alegría de tu Perdón de Cádiz. Dos obras maestras, como te gustaba catalogarlos.

El sábado me despedí de ti en la parroquia del Santo Ángel de tu convento capuchino, lugar donde fui a recogerte muchas veces con mis padres y Raquel para dar una vuelta por tu Córdoba natal. Iglesias, cofradías, Mezquita, comida en el Casino… una jornada contigo era muy intensa.

La última vez que me llamaste fue el 19 de marzo para felicitar a mi madre por su santo, te puse al día de cómo estaban las niñas, mi madre y la cofradía, y quedamos en que te llamaría pasada la Semana Santa para ver cómo había ido la estación de penitencia. Cuando te devolví la llamada fue exprés, ibas a empezar a oficiar la misa y quedamos en volver a hablar... Ahora te hablo directamente y tú me escuchas desde el cielo.

Han sido muchos años de amistad, desde finales de los 80 cuando a través de Felipe Toledo se unieron nuestros lazos de amistad; la cofradía entro en ti y tú entraste a saco en la cofradía y sobre todo en mi padre.

Me toca ser la voz oficial de la cofradía, pero también tengo el privilegio de ser la voz de tu amigo; amistad que fraguaste con mi padre y mi madre hasta el punto de residir en casa en tus visitas a la ciudad, amistad que siguió en el tiempo con sus altibajos y a la que hoy le doy más sentido y con más sentimiento que nunca.

Aún en el recuerdo tus visitas a Cádiz y tus quedadas con Pepe Millán o José Luis Ruiz, tus llamadas porque venías con unos amigos para ver la casa de hermandad y poder enseñar ese palio y sobre todo ese manto del que te sentías tan orgulloso. Esas peticiones de revistas y publicaciones que te llevabas de tres en tres. Acuérdate que mi padre te decía "Ricardo llámame para lo que quieras menos para una mudanza".

Puntadas de amor a la Virgen como las definías y siempre con unas palabras de cariño a mi madre y al grupo de hermanas bordadoras, de las cuales te sentías tan orgulloso de su trabajo. Fijaros en el manto, el exterior es el mar enfurecido, dentro de las cuentas del rosario es la calma y el sosiego, todo ello gracias a esa batalla de Lepanto y eje central de todo el manto. En el milanés, la Virgen del Rosario Copatrona de Granada, Felipe II y Pío V… Siempre decías que solo faltaría que Don Juan de Austria nos mandara hincar las rodillas ante el manto.

Hermano honorario de nuestra cofradía por méritos propios, aguantaste el tipo con el diseño del manto, quizás el momento más duro de tu vida atendiendo a tu querida madre Pilar en su enfermedad y dando instrucciones para que no se parara el taller de bordados.

Momentos y vivencias que hoy se me pasan por la mente. Me siento orgulloso de haber sido parte de tu historia; ahora a nosotros solo nos queda engrandecer tu leyenda y no olvidarte nunca.

Hoy tomo el testigo de tu hermano Antonio Villar, quien en tus exequias glosó tu vida y los que estábamos allí pudimos escuchar cómo se habla con el corazón.

Cuando mi padre se despidió de sus hermanos un 7 de octubre de 2012, finalizó sus palabras con la frase "unos vendrán, otros se irán... pero el Perdón quedará". Tú viniste, te quedaste con nosotros dejándonos un legado especial y te fuiste a disfrutar junto con mi padre de la presencia del Perdón y de Nuestra Madre del Rosario. Ya estáis los dos juntos disfrutando y cuidando a vuestra hermandad.

Fray Ricardo de Córdoba capuchino, desde hoy esa foto tuya que está a los pies de Nuestra Madre lucirá en la vitrina junto con tu manto en reconocimiento a tu trabajo y cariño hacia nuestra cofradía.

Ricardo del Olmo López, hermano Ricardo, hasta siempre.

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