Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Nadie quiere volver. Salvo que sea a casa y le espere un chocolate caliente. Nadie quiere ruidos de cafeteras, semáforos que eternizan su rojo o ascensores que hablan de cambio climático. Nadie quiere Liga los domingos, papeles que se amontonan o noche a las seis de la tarde. Nadie quiere rutina aunque seamos rutina desde que nos traen al mundo. Rutina, las seis letras que más pavor producen en el ser humano. Igual que ruptura. Tal vez no sea casual que las dos empiecen por R. Como la R que lleva septiembre y cual letra escarlata nos marca hasta mayo, cuando la rotundidad de un fonema parece enmudecer como acto de liberación. Liberación que acompaña al verano, que también lleva R, aunque ésta pase de puntillas por la menos rutinaria de las estaciones.

Nadie quiere -qué sabio Sabina- un amor civilizado, con clichés, estereotipos e invitaciones de boda. Nadie quiere olor a guardado, puchero los lunes y camiseta interior. Tampoco muñones por manos, la sangre agolpada y el labio agrietado. Nadie quiere puentes que son acueductos como único consuelo, un horrible tic tac o el primer anuncio de coleccionables. Nadie quiere esa voz taladrando la mente, ese almuerzo de tupper o aquella dieta milagro. Nadie quiere vuelta al cole, clases de inglés o dentista a las cuatro. Dentista, que lleva la D de día tras día la misma rutina. Y de vuelta a la R, por la que empieza reojo, que es como se mira al calendario cuando no se quiere volver. Como si la parcial visión de las cosas nos ayudara a negar su existencia, sue evidencia. Como si no ver venir lo inevitable fuera a hacernos inmortales.

Volver, qué bonito lo cantaba la Morente en aquella de Almodóvar. Qué sentío lo interpretaba Gardel entre los 30 y los 40. Con frente marchita o atiborrada de bótox, con canas o con brochazos de Farmatín, hoy toca volver. No al trabajo y tal vez no a usted. Hoy vuelve esta aprendiz del oficio al que es su rinconcito desde hace cinco años y, por primera vez en mucho tiempo, siente el regreso como aquel chocolate que uno se toma al llegar a casa. Ese que le hace feliz y consigue reconfortarlo y recomponerlo. Ambas con R, de rutina. Pero bendita rutina, bendito regreso.

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