El Puerto, la ciudad de los cien palacios, hace tiempo que dejo atrás ese apodo, y ahora, ahora, es la ciudad de los mil Catones. Y es que, allá por el tiempo de los Romanos, no los de Roma, sino los de aquella Roma que dominó el Mediterráneo, existían personas como Catón el Viejo. Fiel defensor de la tradición, y por supuesto mosca de esas donde las haya, no dejaba decisión, acto, hecho o evento, al que no pusiera su queja, cargada de razón, según desde donde se mirase, y padre de la nueva modernidad que, con poderosas razones, cuestiona todo lo que a su alrededor sucede. Al igual que Catón, que presumía de imparcialidad, aunque si el hecho provenía de su facción, apenas rozaba el susurro, la pulcritud es exquisita con quien no era de su cuerda, facción, familia o amigo. Y es que, El Puerto, ciudad de los Mil Catones, se tiene para todo. En aquellos aciagos días de la inactividad pandémica, la crítica a la inactividad, la falta de eventos, la carencia de agallas, prudentes por la situación, eran cual lanza a manos del Españolísimo Santiago, matafachas. Cambiaron los tiempos, y ahora, el ensordecedor ruido del Dsoko atenta contra nuestro bienestar y salud acústica. Las cabalgatas que pudieren animar a la ciudad, son payasadas que afectan a nuestras cuidadas tradiciones de brazos cruzados y rezos de rosario con mantilla; Si los eventos son allende el río molestan a los de la ribera; si son allá donde el quinto pino queda lejos, afectando solo a los poderosos con Barcos atracados en Puerto Sherry, no son más que locales, lujurioso y pecaminosos, que atraen a pijos con dinero deseosos de gastar dinero; si hay patinetes en el centro, son un peligro para los pobres ancianos que a las cuatro de la mañana salen a pasear; si hay bicicletas en las afueras, son un descontrol que afectan a la circulación; si hay un concierto allá en las Banderas de nuestro padres, es un colapso para el centro de la ciudad; si la gente joven vuelve andando de un concierto, es una caos para los que fueron en coche; si después de un evento queda todo lleno de basura, aunque se limpie, la organización es un desastre por permitir que la gente en un concierto lleve bolsas; si vienen despedidas de solteros es una vergüenza; si vienen pijos, una indecencia; si vienen familias de fuera, provoca un aumento de precios; si se organizan eventos culturales, no se cuenta con los artistas de nivel internacional de la ciudad… y así, un suma y sigue que demuestra que esta ciudad, rindiendo culto a la mas pura tradición latina, se ha convertido en la ciudad de los Mil Catones, aunque la realidad, es que para esas personas existe un termino mas vinculado al mundo de los dípteros, pero de esas mas gordas y peludas que se caracterizan por su peculiar zumbido y que aquí vinculamos a las gónadas.

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