Análisis

Juan CArlos Rodríguez

El rey Orio y la leyenda sicana…

Carlos Edmundo de Ory, que era un poeta iconoclasta, espléndido y maldito, sentía un cariño tumultuoso por Cádiz, pese a que se nombraba "apátrida" y nunca quiso volver del exilio de Thézy-Glimont. En un viejo prólogo que escribió en 1976 en "Nueva Poesía", publicación que recogía la poesía última gaditana -la de José Ramón Ripoll y Jesús Fernández Palacios-, hizo una extraordinaria evocación de la provincia: "Lejos de nuestro sur costeño. Sí, lejos de la Caleta y de las pirámides de sal, las redes en los caños y de los viñedos de Chiclana. ¡Chiclana!, con el río que lleva mi nombre al revés como si yo me mirase en sus aguas: YRO. Sin contar que allí vivió un rey sicanio, sucesor de un tal Orio. Lejos de las playas de Conil, de los valles de Vejer y los campos de Medina Sidonia. ¡Zahara de los Atunes! Y Arcos. La cal de Tarifa". Una lección de gaditanismo. Esas pirámides de sal, redes en los caños, viñedos de Chiclana que tan bien retratan la memoria de nuestra ciudad a mediados de aquellos setenta, quedan oculto ante esa identificación entre el apellido paterno, ORY, y el río que cruza Chiclana y su historia. Carlos Edmundo mira así al río Iro, ve reflejado su apellido y extrae un eco de leyenda: la que le unía a aquel rey Orio que fundó Chiclana para acoger a su corte.

Sí, porque ese rey Orio contiene el relato que durante muchísimos años -incluso hasta esos años 70 en los que escribe el poeta gaditano- permaneció como origen mítico de Chiclana, anterior aún a la colonización fenicia, y por supuesto de su toponimia. Me gusta suponer que fue Fernando Quiñones quien debió darle pespuntes históricos para que Carlos Edmundo hiciera suya esa conexión de Chiclana con uno de los pueblos más misteriosos de la antigüedad: los sicanos ibéricos. Me imagino a Fernando con Carlos el Inclasificable -como lo llamaba, aunque llegó a crear un personaje que bautizó como Carliundo de Edmory- recorriendo esos cafés de Madrid en busca de inspiración y supervivencia. "Recuerdo cuando Fernando llegó a Madrid por primera vez. Yo mismo fui a recogerlo a la estación. Y cuando me llevó a su casa. Tenía una habitación con una cama blanca. Y no se me olvida que me regaló un libro de Rimbaud", confesó alguna vez el fundador del Postismo. A aquel grupo Carlos llevó, por cierto, a una joven Gloria Fuertes. "Carlos. ¿Qué sabes de Carlos?/ Era como tú profundo,/ era como tú, poeta/ (cómo él no era ninguno)", escribió Gloria en un poema años después en el que le suplicaba a Dios noticias del "Carlos que quiero yo".

Fernando y Carlos por Madrid, decía, en aquellos años 50 en los que Quiñones le habla una y otra vez de su tierra natal, de esa "cal encendida, léganos, redores/ archibebes, viñedos, plaza y río" con la que describió a Chiclana. Y en algún momento le cuenta lo que se decía entonces del origen legendario de la ciudad. Fue realmente José Guillermo Autrán quien popularizó ese retazo mitológico sobre el nacimiento de Chiclana al incluirla en su famosa "Monografía" de 1898. La historia que escribe -que se inventa- Autrán parte de la "Ora Marítima" de Avieno (s. IV), pero recorre recovecos llenos de encendida imaginación. "Atlante, rey de Italia, venció a Hespero, que lo era de esta región, y puso en ella por gobernador o caudillo a su hijo Oro u Orio con título de rey", cuenta. Hespero, como rey ibero, sostiene Autrán, tenía su sede regia -"su habitación y su asiento", escribe- en la isla "que hoy llamamos de Sancti Petri". Pero este Orio, dada "la grandiosidad que ocupaba el templo de Hércules" (sic), decidió establecer "en tierra firme su residencia, comenzando con la edificación del poblado, cuyas ruinas aun puede observar el curioso en el sitio llamado 'La barca', que fue sin duda la primitiva y antiquísima Chiclana".

Para Autrán, Chiclana fue un asentamiento que tuvo su origen en lo que entonces, a finales del siglo XIX, aún se llamaba la Barca de Sancti Petri. Y a ese poblado Orio le da el nombre de Sicana, "que pudo ser el origen del que después ha tenido y conserva nuestro pueblo". Nombre de origen caldeo, que viene a significar, como explica, Sic (duque) y Ana (del lugar o de la comarca). Y que evoluciona a Sicania, matiza Autrán, al menos "mil quinientos años antes de Jesucristo". Sicania se llamaba también la isla de Sicilia. Autrán trata de explicar la coincidencia y afirma que entre los que sucedieron a Orio, hubo un rey llamado Sicanio, que fue el "primero de los Reyes de España". En su honor, recuerda, se llamo Sicania a la entonces Tinacria, la Sicilia actual. Ese nacimiento mítico de Chiclana como Sicania tiene su encanto, falso por legendario. El origen de Chiclana es fenicio, como uno de los asentamientos de las islas Gadeiras. Y su etimología, ya lo he escrito aquí también, es romana, como sostiene el profesor Joaquín Pascual-Barea: proviene de Caeciliana, nombre que se le daba a la villa de Caecilius o, ya en español, de Cecilio. Pero leyenda, al fin y al cabo, necesitamos todos. Y la que crea Autrán, tiene su encanto... a Carlos Edmundo de Ory, por los menos, le sedujo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios