La esquina del Gordo

No tenemos remedio

En la condición humana lo que no varía es el egoísmo y la ambición de poder

Me refiero al vicio de interpretar el pasado con la mentalidad y los ojos de hoy. En el siglo XV fue el italiano Brunelleschi el inventor de la perspectiva que ayudó a colocar cada objeto en su verdadero espacio y dimensión. Pero, bueno, una cosa es el punto de vista y otra el deseo de contemplarlo todo a conveniencia del espectador, que es de lo que se trata hoy: convertir a la Historia en arma arrojadiza, oficio propio de mamporreros.

Siempre ha sido así, mas de un tiempo a esta parte, cuando la información es generosa y está al alcance del que sepa comprenderla, estas actitudes de los que pretenden ser jueces del pasado, en realidad no pasa de ser un ejercicio para revanchistas con deseos de notoriedad, que olvidan que hasta los códigos morales son cambiantes y que referirse a los conquistadores, a los imperios, a los Papas (por qué no), o a los siervos de la gleba de los tiempos de Maricastañas, no deja de ser un ejercicio especulativo sin redención posible. Por tanto tratar de vengarse de lo que ocurrió cuando san Mamerto era monaguillo solo debiera servir para no caer en los mismos errores del pasado, sino para corregirlos y esto es lo que no sucede. Se cambian, eso sí, las caretas y el vestuario porque en la condición humana lo que no varía es el egoísmo y la ambición de poder.

Quisiera expresarme con claridad ya que, a pesar de la libertad de expresión, el valor de las opiniones no dependen exclusivamente del que las expresa, sino del que las lee que, o no quiere entenderlas o no sabe asimilarlas porque el ancho de su embudo no da para más; aparte, claro está, de los resentidos cuyo lema es: "Flores me regales que puñales recibo", leones rampantes contra todo y contra todos.

Hago esta observación porque se advierte in crescendo una intolerancia sustentada por los que ni siquiera vivieron personalmente el pasado reciente y mucho menos el lejano. Parece que se ha acabado el arte, la elegancia de pasar página, que es la única forma de quitarse de encima las culpas ajenas y afirmarse en la idea de que cada individuo es único, singular e irrepetible, condicionado, eso sí, por sus pasados, aunque para eso está la educación y en saber aplicarse el lema: 'No comulgo con tus ideas, pero no me agredas con ellas', base para evitar enfrentamientos inútiles y ayudar a la convivencia.

Lejos de este escribidor cualquier intención didáctica o moralista a pesar de estar convencido de que estamos rodeados de seres extraordinarios que de abyectos irredentos. Preguntarse por qué siempre se pone sobre la mesa lo más sórdido del pasado y nunca lo que nos sirvió para cambiar la piel del animal con que nos cubríamos por el abrigo de cachemir que hoy se lleva, podría ser una asignatura más interesante que adoctrinar en el borreguismo. Solo así podríamos aparcar todo el pasado en el que no tuvimos arte ni parte.

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