Puente de Ureña

La razón de la sinrazón que a mi razón…

Cojo la manguera. Riego las plantas, confinadas en las macetas. Veo a lo lejos el escombro lluvioso de los cúmulos. Sonrío. Hay cosas que son, que duelen. Y cosas que no son y también duelen por su inexistencia

A ver, que luego se lía. Y todos buscan un responsable. Sisita dixit. Y todo el mundo debe hacerse responsable menos los políticos. Al despertarme y leer el “manifiesto Sisitero, creo que va a ser un mal día. Un día de esos luminosos en arrabales pero con goteras en las cocinas del alma. No sé. Es premonitorio. Cuasi autoagorero. Estar neque neque, algo íntimo y subjetivo.

Me voy al jardín. A la sombra de los árboles ornamentales. Echo de menos todo. Los amigos, los paseos, las tertulias. No es que el tiempo pasado y manriqueño sea mejor. Pero todo sabe mejor en el recuerdo cuando está edulcorado por la nostalgia. Además, me duele el poplíteo con punzadas anfímacras. Es decir dos punzadas largas y una breve. Y el ánimo color ala de cuervo.

Sisita me pregunta si estoy en silencio por su culpa. Y me comenta que Helena Matabrune la ha llamado. Matabrune estuvo en primera línea de virus, en Ifema, y no se angustió por nada. Pero por nada. Héroe Matabrunense, hasta que, me jura, que vio sudar un cadáver. Eso le influyó de tal manera que se vino para acá al cuidado de su querida María Reding, pseudónimo, de una poeta cabal. Tiempos de rejodienda, Rafael. Me escribe.

Sigo sin contestar. Desde el confín del jardín, veo gente enmascarillada que se pasea. Gente derrengada en bancos del paseo. Veo a Rodríguez Pájaro. Rodríguez Pájaro es el que me da el título del artículo. Lo he leído en el libro. Dice. ¿qué quiere decir con eso? Hombre,¿ tú no te cachondeas con alguien? Pues Cervantes también. Ese libro, sobre todo la primera parte es un comic. Se está metiendo con el estilo de sacacorchos de Laureano de Silva, un escritor de su tiempo. Además, tú no te vas a enterar. El libro tiene miles de palabras que significan otra cosa en ese momento.

Po apañao, estamos.

No te enfades, Pepe. Conozco a uno que me juraba que lo había leído y entendido y decía decálitro a los eucaliptos. ¿Te extrañas? Aquí hay fantasmas más inútiles que herrar cigalas. Que el gilipollas es de cuerpo entero.

Me retiro. Le contesto a Sisita. No me pasa nada. Sólo he dormido poco. Y me dice, puñetera, de vez en cuando es agradable ver vacas negras en un bosque quemado, ¿no? ¿Qué le pasa a tu amiga? . Nada. Pero no consigue ver a un psicólogo. Dile que lea o pinte. Le conmino. El arte en esencia es un método de expresión neuronal.

Cojo la manguera. Riego las plantas, confinadas en las macetas. Veo a lo lejos el escombro lluvioso de los cúmulos. Sonrío. Hay cosas que son, que duelen. Y cosas que no son y también duelen por su inexistencia. A lo mejor por eso le escribo a Helena y Sisita en el wasapp que de lo contrario “establecemos como divinidad la imposibilidad de que algo vaya a tener existencia”.

Y no les digo que es una frase del pensamiento de Enrique Montiel. Las dejo liándola. Que en todas partes cuecen habas y hablas.

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