El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

La rata sobre el senado de zinc caliente

Que se presenten las ratas en un parlamento o en el Senado no debe de extrañarnos, es como si en plena votación del Congreso para acordar la eliminación de las mascarillas en exteriores, se personara con animus votandi una cohorte de cucarachas de antena nerviosa, cáscara roja e impulso volador. Perfectamente posible

Como aquel mítico Clint Eastwood de "Space Cowboys", Jeff Bezos se ha dado un viajecito en trolebús atómico con un único billete de ida y vuelta. Satisfecho de sí mismo, acompañado de su hermano, una señora y un chaval que no ha cumplido aún la veintena, el ultramillonario dueño de Amazon compareció en una relajada rueda de presa ataviado con un sombrero tejano. Tal que esos tipejos que se pierden en el laberinto de escaparates de la calle Sierpes, a Bezos le quedaba grande el sombrero. Debe haber algún tipo de relación, un invisible y psicológico hilo rojo, que conecte los billones de dólares de su libreta de ahorros con el tamaño de un Dallas hat de ala ancha. Es probable que guarde la misma intimidad que se da entre un constructor pequeñito y feo de canos cabellos tintados y su vehículo, normalmente tan grande que no prolonga ya su pene, sino casi su estampa toda.

Ante un hecho histórico como es el viaje espacial del billonario, tan generoso que ha dotado con un premio de cien millones de dólares al galáctico cocinero español, José Andrés, resulta significativo que sea un simple sombrero de paja, caro pero pajizo, el que se robe la atención como si hubiera sido Iván Redondo, ese aborto de ministro que zozobró por culpa del marketing vacío, el que lo hubiese planeado.

Algo parecido ha ocurrido en el parlamento andaluz, donde el día en el que la ex presidenta en desgracia Susana Díaz se convierte en senadora por designación autonómica una rata "enorme" se cuela entre sus señorías y se lía un pitote gordísimo, como si hubiera aparecido por allí un Abascal travestido, luciendo arcoíris y plataforma. Suele pasar esto, de todos modos -lo de la rata, no lo de Trabascal-, que con los calores salen al sol las frutas dulces y las plagas agrias. Que se presenten las ratas en un parlamento o en el Senado no debe de extrañarnos, es como si en plena votación del Congreso para acordar la eliminación de las mascarillas en exteriores, se personara con animus votandi una cohorte de cucarachas de antena nerviosa, cáscara roja e impulso volador. Perfectamente posible.

Lo cierto es que tras lo del cohete privado de Bezos, nuestro "Falcon" nos parece casi un entrañable dron de andar por casa con babuchas integradas en el rotor de cola (o antipar). Quizá sea este nuestro futuro, tantas veces esbozado por esos Nostradamus de tres al cuarto que han sido y son (para la crítica) nuestros escritores de ciencia ficción: berlinas interplanetarias que trasladarán a la gente a la Doñana de Júpiter, donde verán corretear a los pegasos salvajes por sus prados rocosos, y venta al por mayor de paquetes lunares de tour-operadores que los millonetis comprarán a mitad de precio adquiriéndolos antes del 15 de agosto.

No sabemos qué pasará de aquí a mañana, y menos aún en estos días inciertos. El miércoles cantamos en la ducha y el jueves nos esfumamos, convirtiéndonos en memoria viva, en recuerdos. Como para planificar unas vacaciones en Marte. Nada hay cierto en la vida salvo dos cosas: que nos espera la muerte y que siempre corretearán ratas enormes por el senado de zinc caliente.

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