En Iberoamérica el que una muchacha cumpla quince años es un acontecimiento muy importante, a veces, más que el mismo matrimonio. "Los quince" se preparan con años de antelación y se esperan con muchísima impaciencia. Los trajes que se alquilan, los reportajes de fotos, la comida y la fiesta, suponen un gasto muy considerable y, por eso, las familias ahorran desde años antes. También en Cuba celebran los quince. Recientemente he participado en la fiesta de una muchacha de nuestra parroquia. La familia de la quinceañera era campesina y bastante pobre. La fiesta resultó ser sencilla, pero, al mismo tiempo, maravillosa. No faltaron las tartas ni los refrescos. No faltaron los trajes de fiesta para la niña y sus amigas, ni las fotos y el vídeo, que hicimos entre un amigo y yo. No faltó el vals con el que amigas y amigos de la quinceañera le celebran su día. A pesar del gasto moderado, y al alcance de la familia, hubo alegría y auténtica felicidad.
Y es que no hay un único modo de celebrar. No hace falta volverse locos gastando lo que no se tiene y mucho más, para que una fiesta lo sea de verdad.
Pienso en los gastos exagerados que se realizan en algunos cumpleaños, primeras comuniones, despedidas de soltero y bodas. Que te inviten a la boda de un amigo, me decía alguien, es una alegría, pero, al mismo tiempo, un sobresalto para la normalita economía que suelen tener la mayoría de nuestros treintañeros. ¡Y si son dos amigos los que se casan en un breve lapso de tiempo, entonces sí que suenan las alarmas!
¿Por qué el sentido común está tan ausente de la lista de invitados de nuestras celebraciones? Lo importante de una fiesta no es que no falte de nada, sino que haya amistad y amor. Lo importante es que al final de la fiesta queden bellos recuerdos, y no créditos y deudas que pagar. A lo mejor, para actuar así, hay que ir un poco contracorriente. ¡Adelante y sin miedo! Juan Ramón Jiménez decía: "Si te dan un papel pautado, escribe en el dorso". ¿Se animan?
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