Hace unos días me invitaron a una videoconferencia con Ben Bernanke, que fue presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos y protagonizó el salvamento de la economía en la crisis de 2008. Su argumento principal es que el puente que lleva desde el lado oscuro actual a un tiempo de luz, es la liquidez, dinero disponible para que se puedan pagar recibos y facturas, o posponerlas, evitando el caos de una cadena de impagos. Afortunadamente los bancos centrales están comprando deuda pública y privada, dando así liquidez a gobiernos y empresas, y dinero barato en cantidades ilimitadas a los bancos para que puedan prestar, contando además con avales públicos. A diferencia de la crisis anterior, los bancos no son hoy el problema, sino parte de la solución.

Pero hay otros dos pilares en ese puente. Uno de ellos es evidentemente la respuesta ante la enfermedad; desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia el 11 de marzo, y tres días después el Gobierno de España decretó el estado de alarma, han pasado poco más de cinco semanas, aunque parezca una eternidad. Las respuestas y propuestas de instituciones, empresas, gobiernos -central, autonómico, local-, y la propia oposición, no tienen más remedio que ser improvisadas, adaptándose a la evolución incierta de una enfermedad enigmática y las circunstancias. Además está nuestro comportamiento; hay cifras de más de 650.000 denuncias por incumplir el confinamiento, y aunque sólo el 1% estuviera contagiado, la difusión adicional de la enfermedad por 6.500 personas habría sido considerable.

El tercer pilar es, sin duda, el empleo; hace falta, por un lado, empleo público en actividades útiles y vinculadas con la enfermedad, pero sobre todo mantener las empresas operativas. Aquí vivimos todos, desde el comienzo de la crisis, en una contradicción inevitable, pues cuanto más tiempo se suspenda la actividad más pronto remitirá la enfermedad; pero también se resentirá más la empresa y el empleo. Y no sólo eso, sino la capacidad de generar salarios, cuotas, impuestos, para que la economía funcione, reduciendo gasto público y aumentando ingresos. Defiende Bernanke que el endeudamiento público sustancial es apropiado y necesario para apoyar la economía; calculo que para España, si el producto anual está en 1,2 millones de millones de euros, suponiendo una caída en 2020 del 6%, y un déficit público del 7%, el total de deuda pasaría de un 95% a un 108%, y el coste medio seguiría en el 2%, lo que es asumible, y sería un gran alivio.

Sostiene también Bernanke, que en 2008 hubo confrontación política porque era una crisis con rescates por malas decisiones financieras e inversiones, pero hoy el problema no viene de la economía, el enemigo común es un virus, y la respuesta es similar a un programa público ante desastres naturales, que sólo debería generar controversia si es insuficiente y se duda en hacerlo. Si esto se acepta, el único error grave que podría cometer el Gobierno sería no hacer lo imposible para seguir apuntalando ese pilar del puente que son las empresas y su empleo, con las exigencias que correspondieran a este esfuerzo público.

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