El canto del héroe, en griego Herodes, marca la navidad. Dios en la patera de un asno, huyendo a Egipto. El hombre degollando inocentes. Siempre. El horror es la capacidad de analizar las barbaries humanas. Pilatos, un suicida famoso, cuyo cadáver fue arrojado al Tíber. Otro, Judas, del que dicen que hasta regó los intestinos sobre el campo de sangre. ¿Está de moda el suicidio? Del mismo Herodes el grande existen escritos ilustrados donde se clava un puñal como Nerón. El suicidio está en auge desgraciadamente. La biblia los tiene y me imagino el odé o canto de las sirenas de Ulises atrayendo mortales hacia sus fauces. Esos cantos, salomas tristes, en las noches de rayos y de abismos. La mar es territorio psiquiátrico desde Moby Dick.

En contra del presunto abandono de los presuicidas por la sanidad, quiero hacer constar que la persona que huye de sí misma en sí, tiene que abandonar toda esperanza y el instinto de supervivencia para llegar a ése final.

Como es Navidad, voy a referirme a suicidas literarios, es decir personajes que no existieron nunca salvo en la mente de sus autores. El suicidio por huelga de hambre lo cuenta Diego de San Pedro en su Cárcel de amor. Cuando Leriano, desdeñado por Laureola, se resuelve a no "comer ni beber ni ayudarse de cosa de las que sustentan la vida". Un libro inolvidable, La Celestina, lo narra con un argumento parecido, Melibea exclama ante el cadáver de Calixto, "su muerte convida a la mía, convídame y fuerza que sea presto...".

Cervantes no le va a la zaga. En el capítulo XII de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, no sabemos de qué ni cómo ha muerto el "pastor, estudiante, llamado Grisóstomo": sólo dice que "mandó en su testamento que le enterrasen en el campo, como si fuera moro, y al pie de la peña" sobre la cual vio a Marcela "la vez primera". ¿Murió a manos del rigor / de una esquiva hermosa ingrata, o de las suyas propias? El capítulo XIII nos revela, aún con ambigüedad, que él mismo "puso fin a la tragedia de su ingrata vida"; y el XIV, por último, nos sugiere que lo hizo con "un hierro" o acaso con "una torcida soga". La verdad de la historia es que Grisóstomo se arrojó desde la peña donde afinó su locura.

Ahora que se celebra el bicentenario del nacimiento de Flaubert, hay que recordar a Emma Bovary que muere por su propia mano.

El Hernani de Victor Hugo concluye con un par de suicidios; pero Mariano José de Larra ridiculiza al autor y a sus personajes comentando en son de burla que el protagonista se zafa así de trabajar más la novela. Parece mentira que sea Larra el que se mofa del suicidio literario cuando él fue un suicida real. Los autores, algunos del romanticismo, jugaron con esas lacras. Mallarmé poetizaba: Victorieusement fui le suicide beau /Tison de gloire, sang par écume, or, tempête!/. Triunfalmente evadido el hermoso suicidio…así jugaban con la idea, provocando, como ahora. El respeto por los marasmos de la vida. Más allá de las modas, acosos y soledades, me hace constatar el mal de los tiempos con muertes literarias. Ojalá la Sanidad disponga centros de tratamientos para las personas que creen morir en los centros del alma. Que la paz los presida en estos tiempos de paz.

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