Puente de Ureña

El cielo de la Isla (Lírica de momentos)

El ciego sol, la justicia humana y la pandemia, hacen que la semana santa desaparezca de las calles, donde muchos no creyentes no la querían, donde la fe se mezclaba con emociones menos internas, pero más intensas. El azahar con su pequeña estrellería de olor, era y es la primera flor de la pasión en la isla. Luego serían el olivo del huerto, a punto de florecer en el sueño de llanto de la rapa, la luna grande de Nisán, las campanas de los templos isleños con su personalidad propia de campanas. La ronca o rouca voz de la Iglesia Mayor, la lejana plata del Cristo, la cristalina voz de la Pastora. Son puras, meras sensaciones de aroma y oído. A eso, el ciego sol añade la luz multiplicada que da la primavera, la salicornia con sus flores lilas, las pitas, las chumberas…

El clavel, es el rizo de su rama/ sueño de brasa y fuego suspendido/ seda dentada en vuelo derretido/ sobre el resto de sombra de su llama./ Definido en su misma filigrana/ volante, enagua, cairel ceñido,/ alamar y campana sin tañido/incinerado en sus perfumes granas/ El clavel es balcón y romería/ lacre cobre mantillas y tocados/ para el Rosario y sus avemarías./ Espina y palio junto a tanta cera./Gota de sangre sobre lo rezado./Cáliz de incienso de la primavera./

Recuerdo que la tarde del domingo de Ramos de mi infancia, sentado en el escalón de la casapuerta, veía pasar los primeros penitentes de la semana de pasión, -borriquita no existía- las túnicas blancas y moradas, camino de la Iglesia, que caía detrás de mi casa, de donde convertido en sangre cuajada, saldría Columnas, con su paso oscuro. Ah, la semana santa que estallaba escorada casi en mi patio. Y mi madre planchando la túnica de Afligidos para el día siguiente.

Nos volvíamos más santos, sí eso es posible más allá de la niñez, y las Vírgenes nos daban una pena infinita. Una madre sufriendo por un hijo, en una muerte injusta, en aquella España nuestra de siempre.

Ahora que los dioses no están de actualidad, que el incienso y el sándalo se queman sin más rito que su olor, ni más pasión que el fuego, Ave María gratia plena, por encima del tiempo y la palabra, por encima de almas y orfandades, entre los libros y la idea…

Aquella Isla mantiene su color, su ciego sol de vientos, su espectralidad nocturna. Los naranjos de la calle Ancha, la diminuta gota del azahar nevando el suelo…

Son memorias, recuerdos…Tantos pasos de Vírgenes… tantas nubes de aquí, de Camposoto y la marisma como otro techo de palio…

Lívidas, leves, lasas, nebulosas/ rodando el viento desde la bahía,/ lívidas/ violetas/ casi rosas/ como reflejos de candelerías/ Nubes de pasos, canastillas, glosas/ para la virgen, sus avemarías/ en su manto de noches luminosas/ cuando en la tarde procesiona el día/.

El incienso se suma a la marisma/ ese sabor de sal que acuña un cisma/ entre ayes, mecíos y saetas/. Lívidas, leves, lentas y mecidas/ nubes como un lirismo de cornetas/ rufando al viento de la recogida.

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