Mientras nos vestimos para hacerle una visita a mi amicísimo Enrique Montiel a la Isla, hay que ponerse ropa de abrigo, que hace mucho frío, mi santa, se me vienen a la mente las cosas que han pasado en esta semanita del demonio.

Lo más doloroso, sin duda, ha sido la canallada de la morería triunfante. Aun estando últimamente viviendo en el Campo de Gibraltar, no conocí a dicho sacristán ni entré en la iglesia en donde lo mataron como a un cochino, como diría mi padre si aún lo tuviera a mi lado. Pobre señor Valencia. Vaya arma blanca que llevaba el abencerraje.

Al ir al mercado lindo de Chiclana me paro ante un puestecillo y miro, pero no admiro, esos navajones de muchos centímetros que han dado en llamar catanas. Si usted quiere despedazar al vecino del quinto, no tiene más que pagar que unos euros y, hala, a hacerlo picadillo par puchero. ¿Por qué las armas de fuego están, afortunadamente, prohibidas y estos engendros metálicos y pro homicidios no? O tempora, o mores.

Hablamos asimismo de la muerte del socialista Rodolfo Ares, lugarteniente de Paco López, el que fue lendacari de las provincias vascongadas, Fue gracias a él, Paco es más cortito, que en Basconia se llegó a una coalición del pepé y el pesoe a fin de evitar la subida al poder de los nacionalistas. Aquella tan necesaria y ejemplar coalición, ejemplo deberían tomar los chicos del Congreso, se vio con buenos ojos por toda España; sin embargo, si se hiciere algún buen día para la gobernanza nacional, todos la verían mal excepto don Felipe González, Don Antonio Escohotado y don Manuel Amaya Zulueta entre otros. O tempora, o mores.

Más Abrams, más Leopards para Ucrania. ¿Verdaderamente se cree alguien que las guerras se pueden acabar con más armamento? El vecino de en frente echó una vez gasolina al fuego de la chimenea del salón porque no acababa de arder la leña y tuvo que rehacer el chalet. ¿No ha llegado ya la jodida hora de que todos se sienten en una mesa y lleguen a un acuerdo? Porque cualquier arreglo, por deficiente que sea es mejor que matar gente, o sea, niños, ancianos, mujeres y soldados, y familias, y todo un país destrozado. Pero alguien, y no señalo, se está forrando a gusto. Todos sabemos quiénes.

Bueno, vamos a darle off side a esta torta de almendra de las agustinas recoletas de Chiclana, que está diciéndonos comedme, Enrique. La buena de la santa der Quique, como yo le llamo cariñosamente a menudo, trae en una bandeja de plata los tés.

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