Era posible

No hay grandes palacios en la vieja Real Isla pero si calles tiradas a cordel y un urbanismo humano, como propio de otras épocas

Cerca de mi casa se está produciendo un hecho que nunca creí que fuera posible, el derribo de un edificio para la erección de uno nuevo, con los requisitos constructivos de hoy. Sabía que era cuestión de hacer cuentas, y de que salieran. Pues lo han hecho, y salen. Los vecinos que allí vivían han sido realojados en pisos hasta que se construyan los nuevos, a donde volverán cuando estén listos hasta que llegue su final. Todo esto se ha debido hacer en una negociación múltiple, quiero decir con Urbanismo del Ayuntamiento y con cada uno de los inquilinos. Insisto en la idea primitiva, las cuentas han salido. Es lo que siempre pensé, y por aquí dejé escrito, de la barriada Bazán. Incorporar ese gran espacio urbano de la ciudad a San Fernando bien realizado, con construcciones de hoy, sería un signo evidente de progreso inteligente. Nos lo merecemos. Porque el antiguo Manchón de las Anclas ya no está en donde estaba sino en la ciudad misma, digo cerca de casi todo. Y no veo las limitaciones de altura que en otras zonas de la Isla han hecho tanto daño. ¿Qué habría que hacer? Lo que se ha hecho en lo que popularmente era llamado El Palacio de la Música, junto al Parque. ¿Cómo? Como en esta promoción. Realojando y devolviendo a los vecinos su piso en un edifico de hoy con las comodidades y servicios de hoy en una urbanización necesariamente de hoy. Que es lo que, al parecer, pretende hacer Patricia Cavada. Y yo aplaudo.

Otras heridas de nuestro caserío serán difícilmente subsanables, como el llamado retranqueo, que fue una burda mentira de la especulación y que hoy vemos en algunos sitios de nuestra ciudad, digo la calle Real, digo otras calles del centro urbano. Esos inútiles boquetes de las aceras sólo han servido para que donde hubo dos viviendas, como mucho cuatro, hoy haya 16, o más. O sea, multipliquemos. Los responsables del desaguisado tienen nombre y apellidos y ya ha prescrito todo, hasta sus vidas. Pero la ciudad fue convertida por ahí en ciudad doliente, en un lastimarse cuando se enseña a las visitas, cuando se piensa en la fragilidad de la belleza, el equilibrio y la armonía.

Dos modos de abordar el crecimiento de las ciudades y de su mejora, lo del Palacio de la Música que se pretende hacer, de algún modo, en la barriada Bazán y en los odiosos retranqueos y otras prácticas que mejor no mencionar. Por eso nos maravillamos de la conservación de gran parte de nuestra riqueza humilde y esplendorosa. No hay grandes palacios en la vieja Real Isla pero si calles tiradas a cordel y un urbanismo humano, como propio de otras épocas. Una bendición según se mire.

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