La esquina del Gordo

Una petición sin ánimo de molestar

Ya se sabe que cualquiera puede llegar a ministro sin saber hacer la O con un canuto, que para eso están los asesores y, claro, el canuto

Aunque no esté el horno para bollos, pero precisamente por eso, aprovechando la collá, que dicen en mi pueblo, me atrevo a hacer una humilde petición y, por favor, que nadie se dé por aludido.

A la vista de la infección política que padecemos, en vez de rascarnos, que es a lo único que podemos aspirar, viene pintiparado cambiar el tema y fijarse en algunos detalles que no necesitan banderas ni manifestaciones contagiosas, sino que cada uno en su mismidad (condición de ser uno mismo) debiera defender siquiera por vergüenza y por dejar de ser del montón, esa masa amorfa que se deja apalear de forma sistemática.

Sí, se sabe que el progresismo es una de las coartadas más utilizadas para que cada uno haga de su capa un sayo; que no tiene por qué respetar usos, normas, costumbres, leyes… ¡qué estupidez, a estas alturas! Además, hay que comprender que el que no acepte esos principios sea tachado de facha o meapilas por decreto, como también habrá que admitir que el sueño de la razón no produce monstruos, sino que son los monstruos los que producen sueño, hastío, y hasta náuseas.

¿Que a qué viene tanto preámbulo? Pues a que hay que admitir los desmadres en silencio o arriesgarse al acoso y descrédito por parte de los instalados en el momio si el personal las pía. (Felipe solo ha dicho ¡ejem, ejem! y los pedropablistas ya le han recordado lo del GAL). Pero no se preocupe, en esta ocasión no va de nada de eso; mi humilde petición no atenta contra la moral al uso, afecta a algo tan insignificante como nuestro propio lenguaje escrito. Sí, ya se sabe que cualquiera puede llegar a ministro sin saber hacer la O con un canuto, que para eso están los asesores y, claro, el canuto. Tampoco hace falta que su uso tenga que ser personal y exclusivo del propio arcángel que ocupe el sillón, basta con que tenga un amanuense lo suficientemente despierto para saber qué es un canuto y que con él puede hacerse una O perfecta. 

Espere, que me he perdido. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí, por lo del canuto y la mismidad! Pues eso, a solas, en el ángulo oscuro del salón, donde silenciosa y cubierta de polvo, tal vez olvidada por su dueña, se encuentran las arpas, precisamente desde ahí es el lugar idóneo para pensar y arrepentirse de los errores cometidos y recordar que en español los signos de interrogación y de exclamación se colocan al principio y al final de la frase que lo necesite. Principio y final. Fácil, ¿no?

¿No le parece oportuno citar la regla? Sí, quizá sea un poco atrevido por mi parte, pero dados los tiempos que corren, puede que nadie lo note al principio, y no sea fichado/a como integrista, xenófobo, patriotero, cavernícola, retrógrado… ya sabe, esos cariñosos apelativos tan utilizados por los que, ¡oh. tiempos!, no saben hacer la O con un canuto.

Esta es la humilde petición. Y si le parece una osadía, perdone, no he querido molestar.

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