Compareció ayer en el Congreso para cubrir el boquete de la ausencia del presidente del Gobierno (presente en el hemiciclo pero mudo; su espantada irritó incluso a la izquierda) a la hora de exponer los argumentos para solicitar la macroprórroga del estado de alarma y su aura conciliadora para afrontar la pandemia se evaporó entre agrias acusaciones y rechiflas a "Pili y Mili" (Pablo Casado y Santiago Abascal) para solaz de los amigos de la confrontación.

El hombre tranquilo que en esta travesía del desierto contra el Covid-19 nunca se había quitado el traje de ministro ni se había manchado los zapatos en el barro de la refriega política parece contagiado del hastío generalizado y del estado de alarma y de nervios que se palpa en las calles.

No, no estuvo nada acertado el ministro de Sanidad durante una comparecencia que discurrió en algún momento en paralelo a la de su bestia negra (aunque Isabel Díaz Ayuso se vista de rojiblanco en las grandes ocasiones, en su pretendida calidad de abanderada de la Comunidad de Madrid, luciendo sus colores), con el enésimo órdago al Gobierno con su intención de cerrar Madrid durante los dos puentes a la vista parcelando el calendario en lugar de por semanas como ha establecido el Gobierno, porque ella lo vale.

Illa llegaba trasquilado después de su desafortunada asistencia a un nutrido evento que congregó a varios miembros del Gobierno y de la oposición (Pablo Casado e Inés Arrimadas, entre otros VIP de la política), por lo que no le ha quedado otra que disculparse ante una perpleja ciudadanía ahíta de restricciones que se saltan a la torera los toreros que les ponen una banderilla tras otra un día tras otro mientras al toro Covid se le afilan más y más los cuernos.

El ministro le afeó al líder del PP que no tenga posición ante la reinstauración del estado de alarma, "aunque la llame abstención", y le invitó a escoger entre "una posición constructiva" o unirse a la "estrategia de confrontación de la ultraderecha".

Madrid es su gran quebradero de cabeza dentro de la cefalea galopante desde el cabo de Finisterre al de Gata... Illa debe tener más pesadillas con Ayuso de las que Sánchez se presumía con los ministros de Podemos y salió al paso de los reproches de Casado al "socialista catalán en Madrid". Se siente agredido cuando le llaman "ariete de la madrileñofobia del Gobierno" y deparó el momento más tierno de la desabrida sesión de ayer en la Cámara Baja, con una declaración de amor castizo: "Siempre me he sentido muy cerca de Madrid y ahora más que nunca porque sufro con los madrileños". "He visto, no me lo tienen que contar, una ciudad admirable, que resiste, que acoge, que se levanta, que no pregunta, unida, me siento muy cerca de Madrid porque es imposible no sentirte cerca de un lugar que enseguida te hace sentir como uno más".

Illa tuvo que hacer ayer de sanitario y taponar la mala sangre que se les está haciendo a los españoles con un estado de alarma que va para medio año, haciendo una quimera de la "moral de victoria" que propugna el presidente del Gobierno. El desnortado titular de Sanidad le ha reprochado a Casado que su intervención anterior hubiera tenido un marcado sesgo político, pero el mitin ulterior de Illa durante sus primeros diez minutos de réplica le ha puesto indisimuladamente a su altura.

La de la clase política no está en modo alguno a la del dramático momento que vivimos, es el avispero de siempre y hasta las presuntas tiernas libélulas como Illa pican y se pican.

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