El Carnaval está herido de muerte. Lo que fue fiesta de la poca vergüenza y el descaro hoy en día va camino de desaparecer bajo el imperativo de lo políticamente correcto, con tanto miramiento.

Ya los autores se han dado cuenta de que les pueden meter un puro gordo cuando han querido que la hija de Jesulín de Ubrique y Belén Esteban les sirva de cachondeo. Un simple burofax con el requerimiento de un abogado ha desatado más pánico que el Juez de Puigdemont.

Ejemplo: el burro que subieron al escenario del Falla en la final del concurso. Saltó como una fiera la concejala de Fiestas con que eso era maltrato animal. Como si no se subieran burros en el Falla todos los días, lo que pasa es que esos son de dos patas y el maltrato animal lo padecen los mamíferos que presencian desde las butacas.

Respeto en las letras, maltrato animal... La que se puede liar como a alguien se le ocurra sacar un coro tirado por mulas, como antaño ¿Y los decibelios de la carpa? Molestan al vecindario y lesionan su derecho al descanso.

No hay un Carnaval políticamente correcto, sin maltrato, sin cachondearse de la suegra, el jorobeta, el cojo o los niños tontos, y mucho menos sin machistas chupapieras ni actos sexuales contra la pared de la casa puerta. Están en las letras y en su ADN. Los carnavaleros van a tener que usar el papel de fumar para otra cosa.

Si queréis una fiesta políticamente correcta vais a tener que ir comprando el toldo para la caseta de feria.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios