Análisis

Joaquín Aurioles

La pandemia y las constantes demográficas

A comienzos de este año la población española era 47,4 millones, 61.609 más que a principios de 2020 y con tres detalles significativos. El número de fallecidos ascendió a 493.000 (75.305 más que 2019) y el de nacimientos a 339.000 (21.411 menos), lo que da como resultado un crecimiento vegetativo negativo superior a 153.000. El tercer detalle es que la población residente nacida en España descendió en 154.000 por lo que, si la población total aumentó, es porque la nacida en el extranjero lo hizo en 216.000.

En Andalucía los datos reflejan patrones similares. La población aumentó en 23.366, pese a que los residentes nacidos en España descendieron en 8.128, lo que significa que la contribución de los nacidos en el extranjero fue de 31.494. En este caso, el crecimiento vegetativo negativo de 13 mil personas, se debió a que los fallecidos, 78.500 (7.956 más que en 2019) fueron más numerosos que los nacidos, 65.500 (3.875 menos).

La pandemia explica el aumento excepcional de los fallecimientos, que se disparan bastante más allá de lo que soportan las previsiones del movimiento natural de la población, abundando en que el dato oficial de defunciones por Covid está burdamente infravalorado. También puede estar detrás de la disminución excesiva de los nacimientos porque las restricciones a la movilidad durante el año, especialmente las del confinamiento, se tradujeron en acusadas oscilaciones en las cifras mensuales de nacimientos, curiosamente más reducidas a finales del año y a comienzos de 2021.

La pandemia no ha supuesto mucho más que una anomalía accidental que ha acentuado la intensidad en las tendencias de la demografía de las últimas décadas, incidiendo en que sin la contribución de la inmigración extranjera la población andaluza y española llevaría décadas descendiendo y envejecería a mayor velocidad. Las razones son varias y conocidas. La tasa de natalidad española ha descendido de 10,4 (nacimientos por mil habitantes) a 7,2 desde 2010 y la de fecundidad de 1,4 (nacimientos por mujer en edad fértil) a 1,2 en el mismo periodo, mientras que la edad media de la primera maternidad ha pasado de los 31,2 a los 32,3 años. También influye el aumento de la edad media de los matrimonios y la tasa de nupcialidad (matrimonios por mil habitantes), que durante la pandemia descendió de forma muy acusada (45,6%) por razones obvias.

En Andalucía el proceso ha sido similar, aunque algo menos acusado, como también lo ha sido la excepcionalidad de 2020 por el menor impacto de la pandemia. Las tasas de natalidad y fecundidad se han reducido en un 31,3 y un 13,8% desde 2010, pero se mantienen entre las más elevadas de las autonomías, mientras que la edad de la primera maternidad se ha incrementado desde 29,1 a 31,2 años, aunque todavía por debajo de la media española. Con los matrimonios todo ha sido más accidentado. La crisis de 2008 provocó una fuerte caída de la nupcialidad en Andalucía (6,8 en 2010), que llegó a situarse por debajo de la española (6,9). Ambas consiguieron recuperarse y en 2019 la andaluza (7,3) volvía a estar (3 décimas) por encima de la española, aunque muy por debajo del 11,4 de 2000.

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