Nunca he sido el que se haya puesto los botos para comenzar el camino en tierras portuenses y terminarlo allá donde las arenas se hacen ermita, pero si es cierto que al llegar los días en los que El Puerto se vuelve romero, no dejo de pensar en mis paisanos rocieros.

Pienso que el mejor antídoto para seguir teniendo Fe y Esperanza en la llegada de la normalidad es sin duda vivir en nuestro interior todos los recuerdos que podamos tener de esas vivencias que guardamos dentro.

Seguro que ayer sentiste en tu interior el sonido de los cohetes, anunciando que llegó el día, en el que El Puerto Rociero se despide de su gente para poner rumbo a la Aldea. Seguro que por un momento cerraste los ojos y te dejaste llevar por todo lo que tu interior guarda.

Recordaste como San Joaquín espera impaciente que el Alcalde de Carreta, cruce el dintel de la Parroquia con el Simpecado, rumbo a esa Capilla de los Caminantes, en el Paseo de la Victoria y celebrar la Misa de Romeros.

Recordaste como la Carreta, comienza ese camino de despedida, haciendo de nuestros adoquines, las primeras dunas de ese camino que te llevará a la Blanca Paloma.

Recordaste Las Marías, recordaste la Salve que allí se rezaba, recordaste el Ángelus y en Sanlúcar te adentrabas.

Recordaste Bajo de Guía, recordaste como el Guadalquivir te mecía.

Recordaste Doñana, recordaste Malandar, recordarte el romero y aquel pinar.

Recordaste La Venta, El Muro y El Palacio de Marismilla, lugar donde la luna pone fin al día.

Recordaste el Rosario, recordaste las antiguas candelas, recordaste la sevillana con la que empezaste a quererla.

Recordaste el alba, la Misa del Obispo, la Cuesta de la Leche y el Cerro del Trigo.

Recordaste el rengue, Carbonera, la Casa del Guarda y recordaste las bestias bebiéndose el agua.

Recordaste el Cerro de los Ánsares, el Cancelín de las Lindes y recordaste la noche antes de frente a Ella rendirte.

Recordaste al pitero, recordaste Palacio, recordaste el antiguo eucaliptal que al Rocío te lleva de la mano.

Recordaste que entraste, en la ermita y suspirando, dándole gracias a Ella porque El Puerto, al Rocío había llegado.

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