Todo se olvida

Vivir debe ser esto también, decir al aire nuestros sueños y anhelo de justicia

Es sábado hoy, con este sol ya de verano. Estoy en mi estudio, que es una forma de llamar a una habitación de mi casa llena de libros y de discos, de recuerdos y de horas y horas de trabajo, de páginas en blanco, de alegrías también por acabar un poema, escribir un artículo para el Diario, leer un libro que me entusiasma. Suena el Adagio "molto e cantabile" de la Novena, una versión extraordinaria que poseo de Herbert von Karajan. Este movimiento de la gran sinfonía del genio de Bonn calma las ansias y llena de paz el aire que se respira. Me trae el recuerdo del viernes. Presentamos la última novela de Carmen Guaita, extraordinaria escritora y extraordinaria mujer. Cañaílla a más no poder, enfermedad agravada por su extracción de este paraíso que habitamos sin saberlo cuando sólo tenía siete años. Todo se olvida es el título de su última novela, una obra realmente de mérito, un libro inolvidable. La sala pequeña del Centro de Congresos estaba llena hasta la bandera. Miré ese público con las ideas en la cabeza de lo que quería decir y no quería que se me olvidara. Entre el público vi a muchos amigos. Estaban allí Emilio Hurtado y Antonio Atienza, Antonio Bocanegra, Manuela Aragón (un ángel que me cuidó hace muchos años con dulzura y éxito) las familias de Guaita por ambas ramas, mucha gente que Carmen ha sumado con su cercanía llena de sincero afecto por la gente y su talento. Hija y nieta de Román Guaita, el querido practicante de pelo blanco que iba a todas partes en su moto, el médico prestigioso y sabio que fue su padre… Vi entre el público a mi admirado amigo el doctor Martín Almeida y a Mari, su mujer. No pude aguantarme las ganas de decir algo que he dicho en otras ocasiones y seguiré diciendo hasta que lo consigamos, porque se lo merece y esta Isla sería muy injusta con él si no lo hiciera. El título de la novela de Carmen Guaita me venía como un guante: si todo se olvida hagamos que sea más difícil el olvido. Porque no sería bueno olvidar los muchos sacrificios y esfuerzos que hizo el dr. Martín Almeida para que en nuestra ciudad haya una gran residencia geriátrica de la Cruz Roja. Que no lleva su nombre sin que sepamos bien los motivos. Porque, además, Jesús Martín Almeida ha sido siempre un médico queridísimo en nuestra ciudad. A María José Foncubierta, flamante delegada de Cultura del gobierno de Cavada, que estrenaba delegación y representación, se lo decía en presencia de todos. Porque si es sabido que somos materia de olvido, que el olvido no sea un modo acentuado de perpetuar una injusticia.

Ha terminado el adagio "molto e cantabile" de la impresionante sinfonía de Beethoven. Carmen Guaita ha vuelto a rendir un homenaje de amor a San Fernando, su tierra patria, con una nueva novela maravillosa. Vivir debe ser esto también, decir al aire nuestros sueños, nuestro anhelo de la justicia que consideramos nos merecemos.

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