En el artículo intitulado El Lío del Montepío, aseveraba estas palabras: Esas capas narrativas, si le presta atención, no menos de nueve, son el lío del montepío para historiadores y lingüistas, que nunca irán de acuerdo.

Me puse a pensar que es fácil asentir y no probar, que un diario tan serio como Diario de Cádiz, no podía dejar las castañuelas sin manos. ¿Por qué? Porque es una novela tan intrincada, como imbricada, tan leída, como investigada, que creo, o dicen que compite, será exageración, en ediciones con la Biblia. Y Cádiz, siempre estuvo en la lengua y en el Quijote, como experiencia vital. El profesor admiradísimo y amigo, de la Universidad, J. A. Hernández Guerrero, señala lo que afirmo: "El Quijote significa mucho más que una invectiva contra los libros de caballerías. La novela -igual que todos los relatos sobre comportamientos humanos- admite muchos niveles de lectura".

Y, siendo Cádiz, la capital propuesta para el Congreso de la Lengua, pega apoyarla con este serio estudio de la misma. Casi todos están de acuerdo en los cuatro primeros. El primer autor, el segundo autor, el traductor morisco y Cide Hamete Benengeli. Y ya se lía en una discusión de sí el que habla "en un lugar de la mancha…" es Cervantes, o es una mixtura Cide- Cervantes, o es Cide Hamete. Tenemos en primer lugar la versión truncada en ocho capítulos hecha por "el primer autor" y transcrita, se supone que fielmente y sin comentarios hasta donde termina, por el segundo autor, y este no se limita a transcribir, sino que comenta la traducción de su empleado, el morisco aljamiado, de una copia del original de Cide Hamete que dura hasta el fin de la Primera Parte.

Aquí empieza a confluir la cosa ya en revueltos con ajetes. Este segundo autor encuentra la Segunda Parte del original de Cide Hamete aunque no nos dice cómo, y manda una traducción que edita y comenta. El segundo autor, entonces, es responsable de todo lo que leemos: copia la traducción del primer traductor, y añade sus propios comentarios a la traducción del morisco aljamiado, sabiendo que todas las traducciones se remontan al original de Cide Hamete, (el aberengenado). Otro presunto narrador es el "desocupado lector" al que Cervantes al fin de la primera parte, le sugiere que: todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligación, y, así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien.

Hay un Sancho que se maravilla de oír en las historias que se escriben sobre ellos, cómo puede Cide Hamate saber cosas que sucedieron entre amo y criado sin testigos. Ahí se habla de la iluminación de "un sabio encantador". El primer narrador menor, el cabrero, aburre a Sancho con su forma de contar, y Sancho es en sí mismo narrador igual que los galeotes, que son narradores autobiográficos.

En la Segunda Parte de la novela todos los narradores dicen que van a abreviar deliberadamente sus historias para evitar las digresiones de la primera parte. Pero el caso más destacado de un narrador menor, en cuanto a la técnica narrativa, es el de Dorotea quien en su historia ficticia olvida el nombre que el cura le ha dado y finge en su transcurso olvidar el nombre del caballero por don Azote, o Don Jigote. Y no podemos olvidar en esa segunda parte la implicación como narrador de un tal Avellaneda, de Tordesillas, convertido en creador apócrifo dentro del propio Quijote. No olvidemos los dos traductores, y, tampoco las novelas intercaladas, caballería, pastoril, amatoria, picaresca… Cervantes ha fingido hasta hoy ser una

especie de erudito que recopila datos de otros autores y de los papeles de los archivos de la Mancha para ordenar la historia de su Quijote, que en Cádiz, está muy vivo. Y la capa, todo lo tapa.

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