Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

El ministerio de la soledad

Con la discreta delicadeza que le caracteriza, José Antonio Hernández me ha dejado en el casillero La soledad de los ancianos (2019), con una cariñosa dedicatoria. Es un libro pequeño y precioso desde el sumario -que es como un compendio de aforismos-, las páginas que enmarcan pequeños corolarios y el conjunto de ilustraciones de pececitos de color nadando juntos fuera de las peceras ("Hágase tu libertad así en el cielo como en la tierra").

La obra es un vademécum escrito desde la experiencia: Hernández Guerrero, además de catedrático y experto en Teoría y Práctica de la Comunicación, tiene una vocación de servicio al prójimo que le ha llevado a visitar desde hace años a enfermos y ancianos. Como el clásico libro de Cicerón sobre la vejez, este libro es también el fruto de un diálogo: diálogo de José Antonio con las decenas de personas a las que él ha acompañado y que a su vez le han ido enriqueciendo y dando sentido a su vida. Y diálogo con nosotros los lectores de un hombre que, como el Catón que protagoniza la obra de Cicerón, ha sabido envejecer y nos puede enseñar con lo único que convence, que es el humano ejemplo, cómo vivir el tiempo que nos toca buscando y cultivando la sabiduría, integrándonos en la comunidad, articulando modos de relacionarnos con el otro desde la curiosidad, el respeto, la tolerancia y la responsabilidad.

Siempre reivindica Hernández el magisterio que sobre él ha ejercido el filósofo Mariano Peñalver. Otro filósofo, Peter Sloterdijk, reivindica en La herencia del Dios perdido (2020), en un mundo abandonado al horror del vacío materialista, la necesidad de la dimensión sagrada y sacralizante, que es psicológica y es social. En este eje se sitúa Hernández Guerrero.

En nuestras envejecidas sociedades occidentales el problema de la soledad de los ancianos es tan grave que en Francia existe desde 2013 la plataforma Monalisa (acrónico de Movilización Nacional contra el Aislamiento de las Personas Mayores), y en el Reino Unido se creó en 2018 un Ministerio de la Soledad. Todo esto está muy bien, pero no nos exime, como individuos, de nuestro compromiso humano con los otros y de nuestro particular aprendizaje de la soledad.

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