Análisis

Tacho Rufino

La menstruaciónes desigualdad

El Ministerio de Igualdad propone considerar un secreto a voces, aunque asombra que se haga en una ley del abortoEs una gran noticia que se debata sobre la pequeña y silente condena de la regla

Llamada la regla o el mes por su obcecada periodicidad, la menstruación es un suceso que mucho más temprano que tarde llega a las mujeres para quedarse en sus vidas durante tres o cuatro décadas -media vida-. No somos pájaros, mariposas, venados ni mandriles, por lo que ningún padre o madre se siente feliz al ver que su pequeña -13 años es edad infantil en nuestra especie- se vea encogida y azorada el día que le toca, cuando quizá le quedan veinte años para ser madre, en el caso de que así lo decida. Se trata una condena biológica menor sobre la cual los hombres no tenemos gran idea más allá de la compresión de espectador. Es algo natural, huelga decirlo, lo cual no quiere decir que no sea un pasivo vital, una carga, una incomodidad, un tabú higiénico, y hasta, para un porcentaje considerable de ellas, un dolor insufrible durante unos días de cada mes. Al no ser enfermizo, lo damos por descontado. Como no somos animales de documental de la segunda cadena, sino humanos emancipados en buena medida de los ciclos vivientes, desdeñar su efecto en el devenir mensual o lunar de la mitad de la población es una postura ignorante, si no machista. Que la menstruación dolorosa que afecta con sorda crueldad a casi la quinta parte de la mitad de la población tenga efectos económicos es tan natural como el propio sangrado. Así debemos considerarlo. Muchas gripes son menos invasivas en el cuerpo y en el alma que esos días soportados en silencio.

Esta semana hemos sabido que el Gobierno ha elaborado un borrador de ley que incide en este asunto, y que irá al Consejo de Ministros el martes próximo. Que sea el hiperventilado Ministerio de Igualdad la instancia promotora de medidas de comprensión y protección de las mujeres afectadas con especial dolor es algo que, sencillamente, responde a un estado de la cosa política: la que tenemos. Que estas disposiciones sobre la regla sean parte de un proyecto de ley del aborto, resulta sorprendente y traído con el calzador de la corrección política y derivada del trasvase de poder que quita al Ministerio de Trabajo o de Sanidad lo que da al de Igualdad (20.000 millones de trasvase). Que a partir de este anuncio gubernamental hayan surgido opiniones discordantes dentro de los sindicatos y del feminismo debe congratularnos: estamos en este país tan sumidos en el marasmo irritante del circo de unos juegos de toma y dame y de las alianzas malabaristas del poder, que la disidencia ideológica entre hermanos sobre el tema en cuestión te reconcilia en cierta medida con nuestro panorama institucional.

Que una mujer doblada por el dolor, mermada para su labor como empleada o profesional, pueda "cogerse una baja" en esos días marcados en rojo en el calendario un mes tras otro, es algo que quien lo rechace debería explicarlo, y no sé cómo. Que esto pueda abundar en la desigualdad de oportunidades entre sexos -la fáctica, no la teórica- es un riesgo que los que proponen la nueva norma deben considerar. Que temerse que esta disposición con rango de ley mermará la empleabilidad femenina es algo que diría bien poco de nuestro nivel de igualdad de oportunidades en la empresa. Que algunos/as feministas eleven el tiro, embarrándolo, y denuncien que todo esto no es sino otra forma de diferenciar entre sexos -de machismo, diría uno-, y que lo que hay es que "luchar por una Sanidad con perspectiva de género", desconsuela: lo perfecto es enemigo de lo práctico. Un dato: en Corea del Sur, si no te pides un par de días de baja por la menstruación aguda, te la bonifican. En Indonesia se reconocen dos días mensuales por lo mismo. Con un PIB veinte veces menor que el español, en Zambia se reconoce y subvenciona el derecho a un día mensual, sin perjuicio para la mujer. A ver en qué mundo estamos.

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