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Análisis

Juan CArlos Rodríguez

La memoria del 5 de marzo de 1811

En la conmemoración de la Batalla de La Barrosa, que don Guido Williams realizó en "Villa Violeta" entre 1946 y 1959 -año de su fallecimiento- su pretensión no solo fue exaltar el heroísmo británico, sino recordar la batalla, siempre desde la conciliación y la integración de la perspectiva británica y española. En 1952, por ejemplo, colocó con la presencia del gobernador de Gibraltar, el general sir K. Anderson, una placa de piedra sobre la fachada de "Villa Violeta". En ella, recordaba la memoria de los hombres muertos y heridos de las tropas británicas, españolas y francesas en aquella batalla. Años después, en 1958, acudio´ al "Barrosa Day", como se denominaba, otro gobernador de Gibraltar, el general sir Harold Redman, pero don Guido también invito´ a María Luisa Bertrán de Lis de Domecq, descendiente de Lapen~a, a quien le regalaron una copia del famoso retrato del general pintado por Goya y que conserva la Hispanic Society de Nueva York. Y, además, convocó al comandante del Cuartel de Instrucción de Marinería de San Fernando, Carlos Marti´nez-Valverde, que entonces no pudo asistir, aunque envió´ una elocuente tarjeta de agradecimiento que decía: "A mi buen amigo Guy Williams, en recuerdo de las glorias conquistadas por las Armas de S. M. Británica, batiéndose con heroísmo en el extremo SE de la playa de La Barrosa el 5 de marzo de 1811, mientras las tropas españolas lo hacían en esos terrenos de la Torre Bermeja. Como homenaje a aquellos soldados británicos y como prueba de mi sincero afecto para él". Al año siguiente, no falto´.

Esto lo contamos, Javier Ruiz y este que escribe, en "Tres visiones de la Batalla de La Barrosa", libro en el que incluimos las narraciones del 5 de marzo de 1811 de William Hutton Riddell -que es también la de su esposa, doña Violeta Buck-, la de Richard J. Milward y la del coronel Willougbhy Verner, que constituyen tres visiones de una misma batalla, británicas y naturalistas, subjetivas y narradas desde el propio campo de batalla de La Barrosa. Pero que, a la vez, son significativamente diferentes. Riddell quiere comprender y congeniar con la visión española. Milward rebrota en el orgullo del ciudadano británico y explora la «hazaña» del general Graham con vibrante patriotismo. Verner, el único militar -nada más y nada menos que de la Rifle Brigade-, recorre el honor del soldado, del oficial, del ejercito, para reivindicar que la batalla de La Barrosa fue muchísimo más importante para el discurrir de la Guerra de la Independencia de lo que pensamos. Todas esas lecturas confluyen en Guido Dingwall-Williams, el gran hacedor de los homenajes «barrosianos». Y que, como contamos en el libro, en cierta manera continuó la recuperación de la memoria de La Batalla que, al menos treinta años antes, ya había iniciado el marqués de Bertemati.

La Asociación Pro Fundación Batalla de La Barrosa ha heredado esa pretensión de Manuel José de Bertemati -que compartió con el padre Fernando Salado Olmedo- y Guido Williams, para que la batalla de La Barrosa tenga su propio «memorial» -como pretendía el marqués de Bertemati hace más de un siglo- en la loma del Puerco, al pie mismo de La Barrosa, con Cádiz y su cerco napoleónico todavía al fondo. Para que los miles de turistas que cada verano llegan a una de las mejores playas de España puedan conocer también su historia y su batalla napoleónica como la pintó Louis-François Lejeune: dramática, heroica, sangrienta. Y recordarla transformada en un mensaje de convivencia y de paz. Pero la asociación tampoco ceja en la necesidad de seguir estudiando e investigando la Batalla de 5 de marzo de 1811 y sus consecuencias. Parecía que estaba todo contado, pero no lo está, como demuestran estas "Tres visiones sobre la batalla de La Barrosa". En donde, por ejemplo, se narra la visita del 87º Regimiento Royal Irish Fusiliers a Chiclana ya en 1950, cuando Guido Williams invitó a todo el primer batallo´n, acuartelado entonces en Gibraltar. Lo recibio´ finalmente entre dos domingos. El 1 y el 8 de julio. En ambas fechas, los oficiales y soldados del Royal Irish Fusiliers recorrieron -de paisano, eso si´- la loma, firmaron en el libro de visitas del «Barrosa Day» y se fotografiaron ante el campo de batalla. El di´a 8 viajo´ tambie´n desde Gibraltar su comandante en jefe, el teniente coronel D. Meynell y, segu´n don Guido, alli´ sobre el cerro sugirio´ «un lugar» cercano a donde el sargento Patrick Masterson consiguió el primer "Águila" francesa en la historia británica para erigir un monumento en recuerdo de esos Reales Fusileros Irlandeses. Sesenta y nueve años después, la Royal Irish Fusiliers Old Comrades Association, por intermediación municipal, lo colocarán por la mañana este 5 de marzo. Poco antes estarán en la calle de la Vega para imponer la corona de laurel sobre la placa que el padre Salado colocó en 1914 para que no nos olvidáramos del 5 de marzo de 1811. Por la tarde, a las seis, volverán a la Loma, para participar en el acto en memoria de la Batalla de la Asociación Pro Fundación. Acompañadnos.

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