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Análisis

La 11MIL

Colectivo de directivos y empresarios gaditanos residentes en Madrid. www.la11mil.es

En la médula del tópico

Que tengamos que oír sandeces semejantes necesita intervención quirúrgica urgente

La provincia de Cádiz arrastra una condena de la que resulta difícil librarse. Los gaditanos observamos cómo, cíclicamente, algún personaje esgrime, como si pronunciara una verdad revelada, la supuesta poca disposición de los trabajadores de esta tierra para el trabajo. Somos poco trabajadores, irresponsables, negligentes y, por lo tanto, poco de fiar para la inversión y la confianza empresarial. Son argumentos tan falsos como perezosos e ignorantes. La falsedad se combate con datos. La pereza mental y la ignorancia posiblemente tengan más difícil solución observando a los personajes que propalan tanta tontería con ínfulas. Tampoco es inhabitual que esa acusación sumarísima se eleve a todos los andaluces. Los prejuicios y la tontucia, como se ve, no tienen fronteras.

El estereotipo se completa fácilmente añadiéndole la imagen difundida por los viajeros románticos y que lamentablemente se han asentado en el pensamiento de algunos: tierra de ferias, romerías, carnavales y pescadores con el mono de astilleros.

El profesor López Ontiveros en El paisaje de Andalucía analiza la imagen paradisiaca de la región en la mirada de escritores y pintores románticos: "El sol, la luz, el clima, el color, el exotismo africano, el pintoresquismo, el arte, su atraso mismo". Como concluye José Antonio Lacomba: "Interpretan mucho a partir de poco". No solo fueron los románticos: también Azorín o Leopoldo Alas ayudaron a perpetuar el primitivismo andaluz y la condición de su clase trabajadora. Eran los tiempos en los que África comenzaba en los Pirineos y corría el siglo XIX.

Pero que, en el pleno siglo XXI, y en boca de un empresario y dirigente empresarial cordobés, tengamos que oír sandeces semejantes necesita una intervención quirúrgica urgente.

Hay que extirpar de una vez por todas esa malformación. Y sólo lo conseguiremos con una toma de conciencia colectiva de la sociedad gaditana. Sin exclusiones ni partidismos, sin matices ni ambages, toda la sociedad gaditana debe defender la calidad y el éxito de nuestro desempeño personal, profesional y empresarial. Nuestro presente y nuestro futuro. Pongamos en el primer plano de nuestro día a día que el mañana nos va en este envite, que no se limita a rechazar el cliché sino a la formulación de un compromiso por mejorar nuestros procedimientos, nuestros ratios, nuestra dedicación y nuestra convicción de que es posible hacer de esta provincia una tierra próspera y ejemplar.

Sólo una pequeña muestra en datos de lo que decimos.

La provincia está en el grupo de cabeza de Andalucía en exportaciones (derivados del petróleo, sector agroalimentario, aeronaves, productos químicos, hierro y acero, productos del mar o manufacturas); en número de empresas exportadoras (5.525) y en volumen de ventas al exterior. El sector turístico (70% del PIB), con 43.656 plazas hoteleras, es uno de nuestros puntales que, además de los fríos datos, nos proporciona el intangible del reconocimiento afectivo nacional e internacional por la provincia, irrepetible en su diversidad natural e impagable en la certeza de sabernos "queridos" por nuestros visitantes, que encuentran aquí, además, un elemento humano con valor añadido diferenciador de otros destinos.

Repetir que el puerto de Algeciras es el primero de España y el quinto de Europa en tráfico de contenedores es un ejercicio cansino. Igual que poner de manifiesto cómo la industria naval gaditana, mil veces reinventada, lidera los astilleros 4.0 y actualmente construye en Puerto Real cuatro petroleros. O que la División de Sistemas de Navantia en San Fernando disponga de la más alta tecnología en sistemas de combate y plataformas para buques. O que Airbus fabrique con éxito piezas para el avión comercial más grande el mundo. Y que la plataforma offshore de Dragados lleve décadas fabricando ingenios de referencia mundial, como el puente de Oresund o las plataformas para el Mar del Norte. O que los productos de La Sierra -agroalimentario y marroquinería- se exhiban en escaparates premium por todo el mundo.

Al margen, hay otro dato que dice mucho del esfuerzo y la capacidad de superación de la adversidad del pequeño empresariado de la provincia: con la crisis se destruyeron casi 10.000 empresas (la mayoría micropymes). A esta fecha se han recuperado más de 7.000. Y creciendo. Y reduciendo la brecha con los porcentajes nacionales.

Podríamos seguir con datos. Pero no hace falta. Es solo un pequeño ejemplo de nuestras capacidades. Menos mal que a diferencia del autoproclamado senequista señor Tamarit, compañías como Navantia, Airbus, Cepsa, Maersk, Dragados Offshore, Acerinox, Península Petroleum o Reydel, así como las del Marco de Jerez, y otras miles de mediano y pequeño tamaño, sí confían en las potencialidades de la provincia y de sus trabajadores para seguir invirtiendo. Y no nos ven como un reducto de graciosos incapaces.

En cualquier caso no conviene confundirse. Esto no es un desahogo autocomplaciente. Sabemos que los desafíos que tenemos planteados como provincia son enormes y necesitan que mejoremos a todos los niveles. No hay motivos para vanagloriarse, pero tampoco para autofustigarnos y, mucho menos, para permitir que lo hagan otros. La implantación de una conciencia colectiva -un nuevo y definitivo pacto por el futuro entre nosotros mismos- requiere constancia y remover los obstáculos que impiden, aún, la fluidez y la colaboración eficaz público-privada, la visualización de una provincia económicamente atractiva y de una mano de obra capaz y actualizada.

Posiblemente fue Antoine Saint-Exupéry quien ofreció la mejor fórmula para incentivar la pasión: "Si quieres construir un barco no empieces por buscar madera, cortar tablas o repartir tareas. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho". Soñemos con el mar. Con una tierra próspera, con igualdad de oportunidades, de la que solo se marchen los que se quieran ir, no los que no se puedan quedar. Y trabajemos y disfrutemos la vida sin renunciar a nuestra forma de ser.

El humor es un fantástico antídoto contra la estupidez.

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