Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

¡Más madera!

El Tesoro Público español colocó este jueves 921 millones de euros en una nueva subasta de obligaciones a 10 años, cobrando a los inversores por primera vez en su historia para este plazo. Los portugueses se habían adelantado con los tipos negativos unos días antes. Otros países llevan tiempo disfrutándolos, como Francia, Bélgica o la que más, Alemania, que ya cobra porque le presten un 0,615%. Y anclados en esos bajísimos costes de financiación, las economías de la Eurozona miraban ávidas ayer a Fránckfort, a la reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, esperando que inoculara más chutazos. Y los hubo, mayores incluso de los esperados.

Su presidenta, Christine Lagarde, justificó las nuevas medidas porque la segunda ola de la pandemia tendrá "un impacto pronunciado en la economía e incidirá en la inflación más de lo esperado", afirmando que "la economía volverá a contraerse en el cuarto trimestre del año". Así, amplía en 500.000 millones de euros la dotación del programa de compras de emergencia pandémica (PEPP), hasta un total de 1,85 billones de euros; alarga su horizonte hasta al menos finales de marzo de 2022; y extiende las reinversiones de estas compras como mínimo hasta fin de 2023. Además, y esto es especialmente interesante para España, reafirmó la flexibilidad con la que se actuará en las distintas jurisdicciones y activos según fuere adecuado.

Al mismo tiempo, el BCE ha reforzado la política monetaria clásica, esto es, a través de los bancos, prolongando doce meses -hasta junio de 2022- las líneas de financiación TLTRO III retribuidas al 1%, elevando el porcentaje que pueden solicitar, incrementando el número de operaciones que se realizarán, y prolongando hasta junio de 2022 el conjunto de medidas de flexibilización adoptadas en abril sobre los colaterales necesarios.

Con estas medidas, y algunas otras, pretenden incentivar a los bancos a solicitar financiación, y que dispongan así de suficiente liquidez para otorgar préstamos a hogares y empresas en condiciones favorables. Añadido a ese objetivo, el BCE persigue combatir la reciente fortaleza del euro, que ya cotiza a 1,21 dólares. Ayer, Lagarde mostraba su preocupación al afirmar expresamente que continuarán monitoreando la evolución del tipo de cambio por sus posibles implicaciones para las perspectivas de inflación a medio plazo.

La situación recuerda a una escena de una de las películas de los hermanos Marx. Groucho, junto a la caldera de un tren, grita una y otra vez: "más madera". Sus hermanos, arrancando todo lo que fuera combustible, echan hasta los equipajes de los pasajeros para conseguir que la locomotora de vapor siga avanzando. También los bancos centrales -no sólo el BCE- llevan más de una década suministrando intensamente a la actividad económica estímulos monetarios. Y no se vislumbra cuando la caldera podrá funcionar sin su socorro. Antes de la pandemia se constató la dificultad de dejarlos. Ahora, el PEPP, se empezaría a revertir a partir de 2024, como muy pronto. Eso sí, el tren económico sigue, en un viaje de anormales tipos de interés negativos, pero marchando. Esperemos que no termine, como el de los Marx, destrozado y descarrilando

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